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31 dic 2012

FELIZ 2013....por Carmen Nani


Mis colegas, las escritoras María Elena Garay, Cecila Spina y la que suscribe, queremos agradecer a todos nuestros lectores por acompañarnos durante estos dos años de vida de nuestro blog "Piel de Lechuza" y los invitamos a levantar las copas por un 2013 en el que, esperemos se cumplan las expectativas de todos... para ustedes, gente tan necesaria, un precioso poema  de Hamlet Lima Quintana,

Carmen

Gente


Hamlet Lima Quintana,

   Argentina, 1923



Hay gente que con solo decir una palabra
enciende la ilusión y los rosales;
que con solo sonreír entre los ojos
nos invita a viajar por otras zonas,
nos hace recorrer toda la magia.

Hay gente que con solo dar la mano
rompe la soledad, pone la mesa,
sirve el puchero, coloca las guirnaldas;
que con solo empuńar una guitarra
hace una sinfonía de entrecasa.

Hay gente que con solo abrir la boca
llega a todos los límites del alma,
alimenta una flor, inventa sueńos;
hace cantar el vino en las tinajas
y se queda después, como si nada.

Y uno se va de novio con la vida
desterrando una muerte solitaria
pues sabe que a la vuelta de la esquina
hay gente que es así, tan necesaria.


20 dic 2012

QUERIDA LITA cuento de María Elena Garay

 Ante todo tengo que agradecerte los gemelos de plata con una flor de lis; aunque sabés que no uso camisas con gemelos, valoro tu intención. De paso te pido que me perdones por no haber usado nunca la gorra de carpincho, bien cara te habrá salido el año pasado. Pero sólo son detalles, te pido perdón porque yo soy un hombre simple, empleado del taller del Tito y no me va esa moda pituca ni juego al golf (gracias también por los palos que me regalaste hace dos años). No supe llenar tus expectativas, no te culpo por haberte cansado, más aún cuando sucedió eso en Navidad.
 Como sé que estarás preocupada por saber dónde estoy, te escribo también para avisarte que mi hermano, el de Santa Fe, se cambió de casa y yo lo ayudé con la mudanza y creo, a eso lo reconocerás, soy bastante fuerte alzando cosas pesadas, una bestia solés decirme. Bueno, tal vez puedas perdonarme por no haberte dado el regalo que querías. Moni y el Guille estuvieron chochos con sus juguetes, ahí no le errrás nunca y los dejás felices, yo no sabría qué comprarles. Pero sí sabía lo que vos querías y, como me dijiste, no era muy difícil ir a una joyería y decir quiero un par de aros Lady Di con perlas blancas , me lo especificaste bien, ni grises, ni turquesa, blancas.
 Cumplí con vestirme con el traje colorado y la barba de algodón, aunque sudé a mares y repartí los regalos. Tu hermana quedó encantada con los zapatos que le compró Carlitos, ves Carlitos sí tiene gusto para elegir regalos. ¡Cómo se alegró tu mamá con la pava eléctrica que le regalaron ustedes, sus hijas!. Yo iba sacando de la bolsa y cada vez sudaba más porque veía la expectativa en tus ojos y la bolsa se iba vaciando y tu ceño fruncido, aunque había todavía una chispa de esperanza porque la cajita de aros debía ser chiquita y tal vez pensaste que la tenía en el bolsillo.
 No creas que me enojé cuando reclamaste tu regalo y sé que vos no te enojaste tanto por eso sino por mi explicación. Porque todo tiene una explicación en esta vida, sólo que no te gustó lo que empecé a decir, no me dejaste terminar porque empezaste a gritar, a decirme estúpido y otras cosas feas. Hasta Carlitos que es un buen tipo me dijo no podés ser tan boludo y ahí se armó la gresca: tu furia asustó a los chicos que se pusieron a llorar y sabés que cuando los chicos lloran a mí se me rompe el corazón. No me importó que me echaras ahí nomás, sí me importa que entiendas mi explicación y no rompas la carta antes de leerla.
 El 23 yo iba con los trescientos pesos en el bolsillo camino a la joyería, sabía bien lo que tenía que pedir, cuando se me cruzó un vagabundo, era un hombre de mi edad con la ropa bastante vieja y un olor que vos no soportarías, seguro. Llevaba una bolsa y me dijo: Hermano aunque no lo creas, yo soy el hijo de Dios. Me quedé duro pero no dije nada. Papá Noel no existe, siguió. Yo asentí, siempre creí que eso era un invento importado. Cuando era chico el Niño Dios me traía siempre alguito, nunca me dejó con las ganas. Mañana tengo que llevarle algo a los chicos de la villa y no tengo plata, siguió, te pido que me ayudes. Era mediodía, estaba nublado, pero yo vi con mis propios ojos un aura, como un globo de luz que lo envolvía.

5 dic 2012

FRECUENCIAS PARALELAS de Carmen Nani

Cuento de Carmen Nani
Inés parada frente a la ventana mira la lluvia que cae mansa sobre los que caminan, algunos protegidos por paraguas a paso lento; otros sin protección se apuran, casi corren. Detiene su mirada en una pareja que parece no darse cuenta de la lluvia. Inés se acomoda el pelo detrás de la oreja e involuntariamente sus ojos encuentran el reloj pulsera que marca las once. Suspira. Se cruza de brazos y apoya la frente en el vidrio. El reflejo de la luz de la calle le muestra una mujer joven, de rasgos firmes. En esa imagen difusa han desaparecido las primeras canas y las arrugas no se notan. Sonríe. Siente el frío sobre su frente. Retira la cara y se acomoda el pelo detrás de la oreja. Otra vez el reloj pulsera. Once y media y otra vez él no llega a tiempo. ¿Qué me traerá hoy?, piensa Inés y repasa con el dedo índice el contorno del plato vacío. Camina alrededor de una mesa servida en vano. Se alisa el vestido con las manos. Disfruta la suavidad de la tela y percibe sus muslos firmes debajo. Sus manos se deslizan hasta su pubis. ¿Con quién estará esta noche?, piensa. Se lo imagina desnudo. Puede ver su pecho acariciado por manos que no son las suyas. Manos que lo recorre íntegro. Y el temblor de su sexo delata el deseo. Sigue buscando debajo del vestido. Cierra los ojos, y entonces sus manos son las de él, que se atreven en su ropa interior, que imitan movimientos audaces en un cuerpo entregado, que no es el de otra, sino el suyo. Consigue el placer. Se arregla el vestido y se acomoda el cabello detrás de la oreja. Las doce. Parada junto a la ventana lo ve. Busca con la mirada y es toda ansiedad cuando distingue el paquete. ¿Qué será? ¿Habrá adivinado esta vez? No quiere ilusionarse pero no puede evitarlo. Baja corriendo las escaleras. No va al encuentro del hombre sino del paquete.

19 nov 2012

LA MUERTE SE ESCONDE EN CURUPAYTÍ Cuento de María Elena Garay

 Yo no luché en esa guerra porque no fui convocado. No sé si el General Mitre habrá pensado que los curas somos unos inútiles o creerá que nos soborna dejándonos en la paz de los Conventos, cuando yo sí ardía en ganas de guerrear. Pero en su contra. O tal vez habrá leído en mis ojos que yo no derramaría nunca una gota de sangre de gaucho. Antes bien, escupiría en la propia cara de ese tal mister Thornton, que atizó las brasas de una guerra sin sentido.
 Yo no fui, dije, pero los sucesos desencadenados a causa de esa guerra, me tuvieron sin sueño durante muchos días. Porque fui depositario de un secreto que me roía las entrañas, y que al mismo tiempo me llenaba de gozo. Ahora mi conciencia está limpia, después de sacarlo a la luz con el sudor de las parturientas, sólo que mi comadrona fue la imagen del Cristo de la Doméstica.
 Todo comenzó cuando alistaron a mi amigo Benigno Honorato en la guerra contra el Paraguay. Y digo mi amigo, ya que a pesar de ser yo su confesor y quizás por eso mismo, conocí sus ideales y su hombría de bien.
 El y su esposa Ana servían a una familia importante. No había otro jardinero como él. Todos envidiaban el amplio patio que se dejaba ver a través de la reja forjada en arabescos, en la casa de frente ocre con cenefas blancas. La casa de los Centeno. Allí crecían los mejores rosales, los claveles más perfumados y trepadoras aventureras. En más, se podía imaginar el follaje de los otros dos patios. En el segundo, en donde Doña Amalia pasaba largas horas sentada a la sombra de un árbol de magnolias frente a la gruta de la Virgen Dolorosa, todas las flores eran blancas: las azucenas, los lirios, las margaritas, los jazmines de lluvia, tal vez para consolar la negrura de su manto y su corazón atravesado por un cuchillo de plata.

4 nov 2012

"SOBREVIVIENTES" Premio Clarín Novela 2012, por Carmen Nani

Fernando Monacelli
El sueño de 526 escritores se concreta en sólo uno de ellos. ¡Bravo por el ganador! Los otros...¡A seguir tras la conquista de una quimera que quizás se materialice en el 2013!
Para Fernando Monacelli la literatura también tiene la función de rescatar y reescribir la historia. Es lo que hizo en “Sobrevivientes”. A partir del hallazgo del cuerpo de un soldado del General Belgrano encontrado 25 años después de la guerra, su novela une los destinos de dos mujeres –la madre del conscripto y una periodista famosa– que se rescatan de una existencia que parece naufragar.
El escritor Fernando Monacelli, cuyo seudónimo es 'Lumo', con su obra "Sobreviviente" obtuvo anoche la décimoquinta Edición del Premio Clarín de Novela, el certamen literario más importante de Argentina, dotado de 150 mil pesos (30 mil dólares) de recompensa. De esta edición del premio compitieron 526 manuscritos, en su mayoría pertenecientes a escritores argentinos, pero también enviados desde América Latina, Estados Unidos, Alemania y Noruega. El jurado del Premio Clarín estuvo integrado por el español Juan Cruz, el peruano Santiago Roncagliolo y la argentina Claudia Piñeiro, ganadora de una de las ediciones del premio con su novela "Las viudas de los jueves". 
Piel de Lechuza se compromete a comentar ésta novela que promete y mucho...
Hasta pronto...

Carmen

7 oct 2012

TRES ESCRITORAS PARA UN RANQUEL por Carmen Nani

Indias Blancas- Primera Parte 
Realmente es un placer cuando empezamos a leer una novela a través de la cual, sin darnos cuenta perdemos la noción del tiempo al ser transportados a otra época, en la que los personajes, aunque algo estereotipados, nos sumergen en una marea de sensaciones que daríamos cualquier cosa por protagonizar. Esto fue lo que experimenté cuando comencé Indias Blancas de Florencia Bonelli. Corre el año 1873 y la sociedad porteña se consolida alrededor de las familias con apellidos ilustres. Laura Escalante, hija de un general de la Nación, es una bellísima joven con ideas claras y fuertes convicciones. Cuando viaja a Córdoba para atender a su hermano enfermo, conoce al indio ranquel Nahueltruz Guor y su vida cambia para siempre. Un amor irrefrenable, enfrentado a todos y a todo, incluso a ellos mismos, los hace transitar años dolorosos, llenos de aventuras, desencuentros y acción, en el marco de la épica lucha entre indios y blancos que ha definido nuestro país desde entonces. una historia de indios y mujeres cautivas. De blancos embriagados por sus ansias de dominar el territorio por encima de los indios del sur, sin respeto por sus costumbre o tradiciones, en nombre de una mentada civilización. Es la crónica de mujeres que se animan a tomar el camino de sus deseos más profundos. Indias blancas es, sobre todo, la historia amores que no conoce límites.
Leyendo la vida de Laura Escalante, pero sobre todo la de su tía Blanca Montes, no pude evitar rememorar otra historia, situada en el mismo momento histórico y en una geografía muy similar: Córdoba y un paisaje compartido. Me refiero al Revés de las Lágrimas de Cristina Loza. Damiana, joven, bella y enamorada, es mimada por su padre, próspero comerciante cordobés, por su madre y por su niñera, la mulata Nazarena. El casa­­miento con Conrado, el amor de sus sueños, completa el cuadro de felicidad y plenitud. Celebrada la boda, los recién casados parten a la estancia de frontera que será su hogar. Pero inesperadamente un malón los ataca, y se lleva a Damiana, quién cautiva en el desierto ranquel intenta construirse un nuevo destino a partir del dolor. En su increíble capacidad de amar y ser amada se cifra su única salvación. Es la crónica de una familia que guarda celosamente sus secretos, secretos que irrumpen con fuerza en los momentos más inesperados. De una sociedad pacata que no perdona a los que osan transgredir sus normas. Entonces, irrumpe con fuerza en mi memoria el mismo retrato de esa sociedad hipócrita y sofocante, represora especialmente en cuanto a la figura de la mujer se refiere.
Como vivido Cien Veces
Como vivido Cien veces de Cristina Bajo. El escenario es también la provincia argentina de Córdoba de fines de la década de 1820. Luz María Osorio, hija de una familia tradicional cordobesa, es la mujer, al igual que Laura Escalante en Indias Blancas, bajo cuyo hechizo caen los hombres. La historia de Luz María Osorio funciona como hilo conductor de la trama de la novela. Su nodriza negra, Severa, será la encargada de acercar a la joven, a través de leyendas recreadas junto al fuego, a un mundo de indios y soldados convertidos en tigres, ánimas protectoras de los vivos, sueños premonitorios e hidalgos muertos a manos de los Ranqueles. La figura de Severa, la nodriza negra, mas madre que nodriza, es áncora de los secretos más íntimas de su niña, y en ocasiones juega un rol crucial en en el desenlace de los acontecimientos. Ésta hada madrina de color, se repite en Indias Blancas a través de María Pancha, y en El Revés de Las Lágrimas, a través de Nazarena.
Luz es una joven diferente a las jóvenes de la sociedad de la época: rebelde, transgresora, segura de sí misma y con un fuerte compromiso con su tierra. A pesar de su rígida educación familiar y de los prejuicios sociales de su clase y de su tiempo,

20 ago 2012

SOMBRERO DE FIELTRO cuento de María Elena Garay

Mujer con sombrero de Chagall
Comenzó a vestirse temprano, para demorarse más en los preparativos del encuentro. Para saborearlos lo más que pudiera. Ella misma había elegido el toque de fantasía, cuando se pusieron de acuerdo sobre el color de la ropa. Se puso las medias de encaje negro y sacó de una caja redonda ese detalle que la haría inconfundible: el sombrero. No un sombrero de paja, una boina, un gorro de lana o alguno similar al que los hombres usan para vestir, cuando lo acompañan con un buen traje con chaleco. No, Águeda había elegido el sombrero de fieltro de su abuela. Color uva, con el ala angosta, levantada al costado con un mechón de plumas, y un velo de tul moteado por delante. Reforzaría por afuera lo que le faltaba por adentro. En realidad siempre decidía ella sola, porque no tenía con quién compartir sueños ni hastíos, aunque los primeros ya casi ni aparecían. La invadió una gran excitación. Le venía pasando todas las noches cuando, después de un día agotador en la caja de la tienda, se prendía a la aventura de modelar su vida a gusto y voluntad. Y como Dios modeló al hombre a su imagen y semejanza, ella se hizo igual a sus deseos. Así, a través del chat, fue la mujer que quiso. Porque la computadora no detecta la mentira, la ilusión, las ganas. Porque la escritura no podría desmentirla y sus gestos, una leve mueca o una ligera turbación, no serían vistos. Comenzó en setiembre. Con su sueldo no podía salir de vacaciones, ni lo haría si lo pudiese, porque ¿quién atendería a su ejército de gatos? Todas las noches les ponía raciones de hígado, y ellos le retribuían con las caricias de sus cuerpos suaves rozándole las piernas. Fue en setiembre cuando, navegando por Internet, entró a ese sitio de chat y se encontró con Alfil. Y ella se convirtió en Mandrágora; casi no le mintió la edad, para qué iba a decirle cuarenta si no los aparentaba. Dijo treinta, edad exacta para seducir a un joven ávido de experiencias y también a un hombre mayor, deseoso de recobrar la juventud. Alfil dijo que tenía treinta y cinco años y que la había elegido a ella en la pantalla por intuición, aun cuando otras habían intervenido con frases incitantes. Decidieron conversar en privado. ¿Qué pudo sacar de él? Le pareció un hombre sincero y que ya estaba listo para rehacer su vida. Alfil había contado que restauraba muebles antiguos, que era separado y vivía solo. Los domingos llevaba a sus hijitos de paseo. ¿Mujeres? Ninguna, Mandrágora. Hay tanta falsedad, tanta pose. La juventud es tan hueca. No tiene ideales. Ella le trasmitió vida interior, cierta cultura, lo que en verdad poseía. Agregó grandes dosis de sociabilidad y aventura, tejidas noche a noche, sin contradicciones. Águeda entraba a las ocho de la mañana a la tienda. Ya en la caja, las ocasionales charlas con los clientes eran superficiales y su obligación, sonreír. Cuántas mierdas se comía diariamente. Cuántos ¿sabe usted lo que me pasa? atragantados, cuántos ¡ey aquí estoy yo! , mudos. Pero a la noche era Mandrágora, liberada y apetecible. Así lo percibió Alfil, cuando en junio del año siguiente, propuso el encuentro. Ella llevaría el sombrero y las medias de encaje, que no hubiera usado nunca, de no mediar esta puesta en escena El toque de sofisticación, al parecer lo atrapó. A Mandrágora las jugadas le estaban saliendo brillantes; la reina, a punto de comerse un alfil. Él llevaría un buzo blanco y un vaquero azul. Sobrio. A ella le gustó. A las seis de la tarde comenzó a vestirse. Las medias estaban en la casa desde hacía mucho tiempo porque las había dejado su hermana, cuando se fue a vivir a otra casa. Se puso el vestido de lana celeste. Y el sombrero. Se rió.

5 ago 2012

TRÍPTICO: DEPORTE, POESÍA, AMISTAD... por Carmen Nani


20 de julio de 1969 el hombre llega a la luna…. El asombro y la alegría nos aunó a la humanidad toda en un abrazo cósmico y por un instante, fuimos nos olvidamos de las guerras, de los rencores para celebrar el día del amigo. Se que el día del amigo de éste año, ya pasó… ya lo sé, pero hoy quería recuperar el día del amigo. Porque ¿quién no se siente hermanado en una amistad exultante después de haber visto el desempeño de éste joven deportista Juan Martin del Potro, que con sus incipientes veintitrés años, nos regala una medalla de bronce…?  Una medalla a la tenacidad, al esfuerzo, al trabajo duro.
Podemos decir entonces, que la amistad conlleva sentimientos de alegría, de cariño, de colores e imágenes bellas, ¿no? Pues, bien como reza el refrán: no por madrugar se amanece más temprano quiero compartir con ustedes un poema de Yolanda Reyes que es distinto, raro y que en nada se parece a un poema en honor a la amistad…. Aparentemente.
Para los presuntos implicados en este poema... 

Mis amigos                     Mis amigos                      Mis amigos                
son malvados                 son lunáticos                   son primero
pandilleros                     despiadados                   son mis
despeinados.                  y fanáticos.                    ángeles
Calaveras                       Mis amigos                      del  cielo.
malhablados                   celestinos                       
malandrines                    alcahuetas
despiadados.                  y adivinos.
Mis amigos                      Con sus cuentos 
haraganes                       y sus mañas
sin principios                  son feroces
ni finales.                       alimañas.
Sinvergüenzas                 Me defienden
callejeros                        me acompañan
buscapleitos                    y me cuidan
pandilleros.                     las espaldas.
                      

Arcángel Equilibrista de Sosavento 
Yolanda Reyes, (Bucaramanga, 1959) es escritora colombiana. Inclinada desde muy temprana edad al cultivo de la creación literaria, ha desarrollado importantes labores de promoción y animación cultural en agrupaciones como el colectivo "Espantapájaros Taller", del que ha sido directora.
Especializada en sus inicios en literatura infantil y juvenil, entre sus obras cabe resaltar títulos como El terror de sexto B (1995) y María de los Dinosaurios (1998). Uno de sus cuentos, Los agujeros negros (2000), fue seleccionado por la editorial española Alfaguara para su colección "Los Derechos del Niño". Con posterioridad ha publicado Los años terribles (2000), novela de sarcástico humor sobre la

20 jul 2012

METALÚRGICOS cuento de María Elena Garay

A Osorio lo llevarán. Vendrán de día, cuando el olor penetrante de los tintes lo bañe de sudor o tal vez en la noche, cuando el sudor siga bañándolo de miedo.

 El encargado los deja descansar media hora; el calor de la forja y el ruido ensordecedor del martillo que estampa el hierro en el molde son insoportables. En ese descanso, así, con los mamelucos llenos de manchas, se reúnen a comer algo. Después, vuelven a su tarea. Esa mañana, Osorio anduvo en la planta de ensamblaje con un presentimiento, como que la suerte le iba a dar una mano y después le quebraría el brazo, pero no le dio importancia; tenía franco de media jornada, la cantina estaba abierta, él y los compañeros se divertirían un rato. Osorio se prendió con el truco; qué carcajadas cuando bajaba el macho de espadas, la verdad es que lo venía siguiendo con insistencia; otra tela para papá, decía, y el fajo en su bolsillo crecía de a poquito. Su pareja era Santiago, famoso por sus mentiras y su cara de piedra. Fue una larga tarde, se gastaron la quincena entre juegos y vinos. Estaba también Carmelo Ramos; había traído a su hermano gemelo, como siempre. Tan idénticos, que trabajaban la mitad del día cada uno para hacer una jornada, y el patrón no lo sabía. Y por supuesto, Lázaro Pineda y Antonio Benavidez Arce. Los dos se habían mirado con recelo siempre. Es que Lázaro le decía bolita, y que había venido a robarles el trabajo. Antonio bramaba y varias veces pasaron a las manos. El día anterior, el boliviano había ido a la procesión de la Virgen de Urkupiña, la santa de Cochabamba, y le había prometido ser bueno para que le mantuviera el trabajo; a juzgar por lo sucedido, olvidó enseguida su promesa. Antonio hablaba siempre con Osorio, le contaba que el hambre lo había traído hasta estas tierras y que cuando se peleaba con Pineda le venía la añoranza. Se recluía para pensar o se iba a la línea de montaje y trabajaba solo. Así que no sorprendió a nadie que, en medio de una jugada de pase inglés, Lázaro Pineda quisiera hacerle trampa, que Antonio Benavidez Arce le escupiera la cara y luego agarrara un fierro. Osorio miró asombrado cómo el boliviano levantaba la barreta y la comenzaba a bajar de punta, justo sobre el cuello de Pineda, que se echó atrás. Pero no logró escabullirse del puntazo. Lázaro Pineda cayó para adelante, su mano derecha sobre las baldosas sucias y la izquierda en la garganta, tapando un líquido espeso. Los compañeros se agolparon, los murmullos subían. Osorio se desesperó. Vio agrandarse en el piso la mancha colorada, lo lastimaban los quejidos de Lázaro; se hizo paso entre el montón y vio el cuerpo en el suelo, mirándolo fijo, en sus ojos todavía un brillo. Osorio no quiso mirar más. Al punto del vómito, se volvió a su casa.

7 jul 2012

CRIST, DESDE OTRA MIRADA, por Carmen Nani

Decir que conozco a Cristobal sería una osadía. Sí, lo he tratado como compañero de vida de una muy    generosa querida amiga.
Me impresionó por su  sencillez y su don de gente. Amante del humor, me inspira un profundo respeto. Se ríe de la vida y ese desenfado lo transmite no sólo en su arte si no también en lo que dice:
"De vez en cuando expongo, pero no me hago mucho el artista. Para hacer una carrera tenés que dedicarle la vida; lo que yo hago es darme el gusto", dice sobre su labor artística. 
Cuando en 1976 Charly García comienza con la banda “La máquina de hacer pájaros” se inspira en una historieta de Crist para bautizar al grupo. La historieta se llamaba "García y La Máquina de Hacer Pájaros" La banda se llamó al principio "Charly García y La Máquina de hacer Pájaros", aquí fue cuando Carlos García Moreno empezó a llamarse Charly. Pero finalmente el nombre fue simplemente "La Máquina de Hacer Pájaros", y el nombre de la placa fue como el de la tira “García y La Máquina de hacer Pájaros”. 
Según el propio García: “El nombre era muy bueno para lo que yo quería hacer, una cosa “sinfoniosa”, con vuelo”. Cuando fue consultado por el significado aclaró que los pájaros vendrían a ser el vuelo de su música y la maquina la batería tecnológica/humana que la genera. Crist realizó la historieta que aparece en la tapa y contratapa, para el disco, en dónde el protagonista presentaba a la banda a la como "un pájaro progresivo".
¿No existe, en las palabras de éste personaje un destello de ironía, aliada incondicional del humor del más alto vuelo?
Todos lo conocen como humorista y dibujante – cartoonist- A mí, sin embargo, me   intriga su juego de palabras… Lector apasionado y muy agudo, hace uso de su conocimiento del lenguaje para, de alguna manera, “tomarnos el pelo”.
Me lo imagino escondido detrás de alguna de sus historietas, espiándonos, esperando nuestra reacción ante el comentario de alguno de sus dibujos. Entonces, sonríe, con una sonrisa tierna como sólo puede tener una persona que ha ilustrado un libro para niños: Bichoscopio de Laura Devetach.-
Pero volviendo a las palabras y al juego que Crist propone, por ejemplo La tinta esencia de Crist:
En la Edad Media, la quintaesencia (latín quinta essentia) era un elemento hipotético, también denominado éter. Se le consideraba un hipotético quinto elemento o "quinta esencia" de la naturaleza, junto a los cuatro elementos clásicos: tierra, agua, fuego y aire. Para se más clara,  la quinta esencia, se refiere a lo más puro, más fino y acendrado de alguna cosa y/o persona. Cristóbal cambia, y ahí detecto su juego de palabras, quinta por tinta fusionando así, lo que hace, con la persona que es; más aún, me permito aventurar, Crist toma lo que percibe de las personas, del mundo en que vivimos, y lo plasma en situaciones desopilantes que terminan siempre arrancándonos una sonrisa...

20 jun 2012

DOS NOTAS PARA MARTINA cuento de María Elena Garay


Llegó a la casa entumecido. La llovizna se había prolongado todo el día arruinándole su tarde de deporte. Suerte que no dejó barro sobre el parquet, al día siguiente la empleada refunfuñaría por lo bajo; esta vez se acordó del felpudo a tiempo. Al lado del felpudo vio la carta. Estaba de mal humor; siguió hasta la cocina pero volvió, pensando que algo había en ese sobre que él debía saber. Si el cartero la hubiese traído por la mañana, la empleada la hubiera recogido y dejado en la mesita de la lámpara. ¿quién trae cartas por la tarde? Obviamente, carta para Martina, para quién si no. De sus clientes, amigas...¿abriendo correspondencia ajena? no era su costumbre, además el sobre no estaba cerrado, sólo con la solapa adentro. Leyó:

“Querida Martina, esta noche a las nueve”. Era la letra de su socio, el socio de Martina, ese pesado obsesivo del trabajo, igual que ella. Desde que había entrado a un estudio de arquitectura prestigioso no tenía descanso. Igual, él estaba tan orgulloso de su esposa, tan activa, tan capaz; los jardines más hermosos de la ciudad habían sido diseñados por ella. “Martina Aprile- Arquitecta Paisajista”, si hasta sonaba tan bien. Y él con ese empleo de mierda, corredor de seguros, cómo desentonaba, se sentía inútil, opaco a su lado, creía no merecerla, tan baja su autoestima. Decidió invitarla a salir esa noche, le pediría que no fuera al estudio, nada es tan urgente. A cenar a la orilla del lago, como cuando eran novios e imaginaban por cada lucecita de los barcos un hijo más. Ni hablar de hijos por ahora, había dicho Martina, con tanto trabajo...Eso, la invitaría. Se dirigió al cuarto para sacarse la chaqueta, los britches y las botas de montar. Saltos hípicos, su única pasión, además de Martina. Oyó que se detuvo un auto, sí, era el de ella. ¡El sobre!, lo dejó junto al felpudo y se sentó en un sillón del living, le gustaba verla entrar, elegante aún después de todo un día de trabajo. Incansable, Martina. Le diría que tenía planes. Juntos. Al diablo con la reunión, hasta estuvo tentado de esconder la nota, pero él no haría algo así. Desde el sillón y bien quieto la vio llegar ¡qué mal estaba! nerviosa, demacrada, tal vez a punto de pescarse una gripe. Tropezó con el felpudo, se le cayeron las llaves; él se levantó a ayudarla pero ella encontró el sobre, leyó la nota; ni que tuviera corriente eléctrica, la soltó y salió dando un portazo. En ese momento, el yunque de la sospecha que siempre pendía sobre su cabeza y que trabajosamente lograba eludir cada día, prácticamente lo trituró.

5 jun 2012

¿DE QUÉ QUERÉS HABLAR MAMÁ? por Carmen Nani


Pobre vieja, piensa el hombre mientras dobla el diario. Mira hacia la calle; la luminosidad del día enciende su remordimiento. Es sólo un café, reconoce, se lleva el pocillo a los labios y el café le sabe amargo. Escucha cómo en una mesa del fondo, cuatro mujeres pasan la tarde. No necesita mirar para comprobar que son mujeres de la edad de su madre. Sin embargo, no
puede evitar hacerlo. Apoya la mano en el respaldo de la silla y gira totalmente. Las observa un rato largo; son efectivamente mujeres mayores que ríen, hablan, se miran y no reparan en él. Vuelve a enfrentar su mesa y pide otro café. Ve el diario que ha dejado al lado del cenicero 
y recuerda el artículo que acaba de leer acerca de la incomunicación. 
... CUANDO VERDADERAMENTE SE TOMA UN CAFÉ CON ALGUIEN, SE CAEN LAS MÁSCARAS QUE NOS DESFIGURAN... 
Podría darle el gusto, sigue pensando. Prende un cigarrillo y el remordimiento cede para dar lugar a la intriga; frunce el ceño: Somos tres hermanos, ¿Porqué justo yo? ...LAS MÁSCARAS CAEN...  Vieja caprichosa. Cientos de veces la he invitado un viernes por la tarde o un domingo, pero no, tiene que ser un sábado, y a la siesta... LAS MÁSCARAS QUE NOS DESFIGURAN... ¿Mantener un capricho durante seis años?, Duda.  Pero si no es un capricho, ¡Porqué cuernos tiene que ser ése día y a ésa hora!. No coincide tampoco con al muerte del viejo; él todavía vivía cuando la vieja empezó con esta persecuta. Termina el cigarrillo  y aplasta la colilla varias veces en el cenicero. Mi amigo diría que estoy haciendo transferencia o cambio de roles; pero tampoco puede molestarme tanto un pedido de la vieja. Ahora  destruye la colilla, que ya sin forma, recibe su bronca. Sí me molesta... SE CAERÁN LAS MÁSCARAS QUE NOS DESFIGURAN...
Artículo de porquerías; quién me manda  leer esas estupideces. ¿Me estaré volviendo viejo? Sigue pensando, mientras la jarana en la mesa del fondo lo conmueve. ¿Qué querrás hablar conmigo viejita, y un sábado a la siesta? ; sabés que es el único día que puedo dormir  un rato. 
Los chicos  van a los Scouts y Marcela siempre tiene algún programa, habla en silencio. Es el 
único día que disfruto de estar sólo, entonces viejita, ¿Qué es lo que querés decirme?... SE CAERÁN LAS MÁSCARAS... Tampoco estoy tan equivocado; Marcela me da la razón, y eso que la quiere a la vieja. Se llevan bastante bien, aunque de un tiempo a esta parte se ven poco y nada... MÁSCARAS QUE DESFIGURAN...  ¡Ah no vieja! Sin querer golpea la mesa con el diario del artículo. Lo que me falta es que te pongas en suegra y pretendas llenarme la cabeza; pero no puede ser. ¿Esperar un café durante seis años para ponerme en contra de Marcela?

19 may 2012

ASFIXIA cuento de María Elena Garay

Realmente me desilusionaba ese obsesivo temor tuyo que poco a poco iba tejiendo su trama y te iba atrapando como una telaraña a un insecto, nada menos que a vos, tan ubicada, intelectual, fuerte. Seguramente aquél día no hubiera imaginado esa faceta tuya, cuando me llamó la atención que una mujer de aspecto tan delicado se interesara por los libros sobre la construcción de los aviones, hasta que después sí pude comprenderlo y hasta me pareció lógico que estuvieras averiguando sobre la vida de los pájaros. La intriga me llevó todos los días a la biblioteca, sólo para observarte, para deleitarme en la contemplación de tu concentración empecinada, y entonces supe que ese ceño fruncido sobre los libros era el indicio palpable de una sensibilidad exquisita. Y jugué con ventaja, lo confieso, porque inmediatamente tuve la certeza de que te interesarías por mis tallas y no sé con qué excusa te mostré mis dibujos.

 Después fue ese café interminable donde desmenuzamos confesiones, el asombro y la risa por las coincidencias. Y luego el atropello por contarnos, la necesidad de soltarse, darse, regalarnos historias, las nuestras, las del mundo, las más locas jamás imaginadas. Y ya no fue posible acallar la necesidad de los encuentros, la compulsión por hallar ese resquicio a la rutina, por el contacto de la piel anudada en las manos, en las caminatas por el centro de la ciudad, sin testigos, dioses desnudos en medio de la multitud, sólo vos y yo rescatando la eternidad en un momento.

 No me acuerdo qué le dije a Ana por las largas ausencias ni siquiera me acuerdo de la presencia en mi casa porque hasta ahí llegabas vos y te sentabas a la mesa, destendías mi cama y reías, reías. Pero empezaste a hablarme de tus temores ridículos, pensaste que Ana lo sabía todo, una racionalista confesa como vos creyendo en maleficios, en que los sapos despanzurrados en tu vereda acabarían por hacerte mucho daño. Me molestaban esos comentarios, me sumían en un silencio malhumorado. Temores absurdos, nacidos de la constatación de una mente alucinada, y siempre poniendo a Ana de por medio, creo que sé quién está tratando de alejarme de tu vida, decías. Para qué mezclar a terceros en nuestra dicha, quién podrá nunca (nunca no se dice) separarnos.

5 may 2012

LEONARDO SCIASCIA Y SU CAJA DE PANDORAS por Carmen Nani

Como enamorada de las palabras, siempre me pregunto qué busco al leer una novela. La respuesta la encontré después de mucho caminar entre diferentes escritores.
Creo que un libro me atrae por dos razones: porque la historia me transporta a un imaginario absolutamente distinto del mío. Ni mejor ni peor; distinto. La narración es una invitación a escapar del tedio de la rutina, a olvidar por un momento los problemas de todos los días, a ser protagonistas por un instante de un universo ideal, elegido. La novela como artífice de una ilusión.
La otra razón se apoya en el conocimiento. Busco al leer una novela que el escritor despierte en mí la curiosidad, las ganas de investigar otros escritores, otros lugares o simplemente de conocer más sobre el que abrió la Caja de Pandoras. La novela como generadora del saber.
Descubrí entonces, de la mano de mi esposo a Leonardo Sciascia, italiano que destaca por sus novelas sobre el poder y la corrupción en Sicilia.  Me ocurrió  con él, algo parecido a lo que me sucedió con Steig Larson. Me sedujo el amplio conocimiento que Sciascia posee sobre los temas que aborda. Me fascinó el juego de palabras; las frases largas hasta rebuscadas que denotan un escritor aunque no coetáneo, vigente y válido en esta época en la que todo lo que no pertenece al hoy, a la fugacidad del momento en que vivimos, se transforma en obsoleto.
Cuando leí “La desaparición de Majorana” descubrí, a través de dos palabras que me llamaron la atención: grafomanía y criptografía, una faceta que desconocía de otro grande de la literatura: Stendhal.
Según cuenta Sciascia, Stendhal intuye desde muy joven el tipo de escritor que será, por eso su escritura es megalómana, casi maníaca. Encuentra en esta forma de escribir la posibilidad de prolongar su existencia, de dejar huellas. Sabe que tiene mucho para decir, pero intuye que una vez dicho, su misión terminará y con ello su vida. La criptografía de Stendhal es su modo de hacer evidente esa huella de vida, que esconde por su carácter complejo. Grafomanía y Criptografía corresponden respectivamente a la infancia y adolescencia; el niño escribe donde sea, el adolescente se inventa una escritura secreta.
En “La desaparición de Majorana”, una novela filosófica de misterio, Sciascia plantea la controvertida hipótesis de que, lo que en un principio se atribuye a un acto de locura puede que no sea tal. El joven científico Ettore Majorana, cuya genialidad es  comparable a la de Galileo y Newton, según señala su mentor, el premio Nobel Enrico Fermi, intuyendo la magnitud de sus hallazgos en torno a la energía atómica y su poder destructivo, y temeroso de las consecuencias que podrían derivarse en la Europa de Hitler y Mussolini, tal vez escoge el silencio, la huida y la renuncia a su condición de genio. Partiendo de un hecho real,

20 abr 2012

SUEÑOS DE DIVÁN por María Elena Garay

                                                
Nunca iba a conocer el Museo del Prado, a eso lo sabía, si la última vacación pasada, aunque desastrosamente, fue con su esposa en Los Hornillos, todo un lujo. Pero en su obligada austeridad se permitía el derroche de Internet. Podía describir cada cuadro de sus salas, aunque últimamente quería ver sólo los de Gauguin. Necesitaba encandilarse de emoción, pero nada, ésta permanecía adormilada, no reaccionaba ¿cómo podía no captar la esencia de la belleza, él un ser tan sensible? ¿ se negaba a rebelarse en una pantalla?
Había una razón: a pocas cuadras de su casa estaba esa copia oscura, que se convirtió en libidinosa fuente de sus placeres más ocultos. Casi tres meses desde el día en que, para matar el tiempo de regreso a su casa vacía, había entrado al anticuario atraído por el relumbrón de una luna de cristal biselado. Y tras el laberinto que formaban los muebles arrinconados, el cuadro apoyado en un baúl Buitton de dudosa antigüedad.
Es una copia de Gauguin, dijo el anticuario, pésima por cierto, lo valioso es el marco, fíjese.
No más mirar el cuadro y convertirse en obsesión, amó a primera vista a esa mujer morena retratada; él conocía a esa mujer, le traía reminiscencias de momentos tan intensos como lejanos. Obviamente, no podía ser: la modelo era del siglo XIX. La mujer miraba al niño, de cuclillas a su lado. Junto a ellos, un moreno bebía algo en un cuenco de barro. Por detrás, el mar, una isla y unas palmeras lejanas.
En más, pasó todos los días a mirarla. Algo tenía, la expresión tal vez, que le daba la certeza de que había sido suya: sentía la piel porosa y mate bajo sus dedos, era extraño pero esa mujer le pertenecía del algún modo, total e íntimamente. Escudado en el improvisado cuarto de paredes de madera celebraba el amor con la mirada fija en ese rostro amado hasta quedar exhausto. Después, llegaba a su casa, miraba el original por Internet y era sólo una imagen detrás de un vidrio, nada.
¿No se decide? solía decirle el vendedor a visitante tan frecuente, ponderando el dorado a la hoja del yeso descascarado del marco. No todavía, contestaba él y esperaba con fastidio que algún cliente entrara al negocio, quedar a solas con la pintura, firmada por un tal Federico D, copia que, lejos de despertar las finas cuerdas de su sensibilidad artística había animado una brusca revulsión en sus sentidos.

4 abr 2012

¿POR QUÉ JOSÉ, ES SAN JOSÉ? por Carmen Nani

En víspera de la Pascua Cristiana, comparto con ustedes una reflexión…
Siempre creí que santos, eran aquellas personas que por su vida de entrega y oración, que por su devoción y vida ejemplar, recibían el don de hacer algún milagro; o aquellos otros que por su fe, ya sea en la edad antigua, media o contemporánea fueron mártires. Entonces ¿por qué José, es San José?
Sabía de su vida religiosa; de su honradez y de su amor por María, pero ¿Acaso murió defendiendo al Dios en quién creía? No. ¿Alguien conoce de algún milagro que realizara? No.
A pesar de mi no rotundo, algo me decía que tenía que seguir buscando. No encontré respuesta a ninguna de estas dos preguntas, al menos no, la que yo esperaba encontrar… hasta que hace casi un año, mi hija me invitó a leer el libro que marcaría mi vida en forma rotunda y que aclararía mis dudas, más por terca que por falta de fe, con respecto a San José: "La sombra del padre” de Jan Dobraczynski". 

Victor Pereira Sánchez escribe:
"Dobraczynski recrea con gran imaginación, rigor histórico y exegético y espíritu novelesco la historia de San José de Nazaret, en su papel como esposo de la Virgen María y padre adoptivo de Jesucristo. Aquel a quien los Santos Evangelios apenas mencionan es precisamente a partir de estas pocas citas descrito en una respetable profundidad.
San José, oriundo de Belén, heredero del patrimonio de los reyes David y Salomón y de la noble tribu de Judá, marcha a Nazaret en busca de la mujer a la que entregar su vida. Allí conoce a una encantadora, amable pero a la vez misteriosa muchacha, Miriam de nombre, de quien quedará totalmente prendado. Sin embargo, empieza a comprender que entre Miriam y Él se alza impetuosa una fuerza de proporciones abismales, como el puño de Yavhé, que hará que la relación entre ambos continúe hacia vías insospechadas: de ella habrá de nacer el que será el libertador del pueblo disperso y oprimido de Israel.”

Cuando leí está reseña, supe que “La sombra del padre” me estaba esperando. Descubrí entre sus páginas que José fue un hombre que sufrió como hombre, que no entendía del todo cuál era su misión. Un hombre que manifestó el amor más absoluto: renunció a su esencia, a su ser hombre, a todo lo que alguna vez había soñado.

José fue sombra en vida y lo siguió siendo después de muerto. ¿Acaso aparece José presente, parlante en los evangelios? Sólo durante los primeros años de vida de Jesús, su figura se vislumbra en las sagradas escrituras. Más no emite palabra. María es quién reprende a Jesús cuando se pierde tres días en el templo; José, es sólo una sombra.

Cuando encuentro el parecido que mi hijo tiene respecto a su padre,

21 mar 2012

FELICITACIONES A UNA GRAN ESCRITORA

EN EL DÍA DE LA POESÍA, NUESTRO PROFUNDO RESPETO A 
MARÍA TERESA ANDRUETTO

Premio Hans Christian Andersen, 
reconocimiento más importante a nivel mundial
 dentro del género
 de la literatura infantil y juvenil 
HUELLAS EN LA ARENA


En los confines del desierto un hombre y una mujer se encuentran para hacer un viaje.El hombre se llama Ramadán, la mujer Suraqadima, y el viaje que emprenden más parece una huida. 
Antes que el viento lo disuelva, se puede ver el dibujo de los pies sobre la arena: las huellas cruzan el desierto hasta el oasis donde abrevan los hombres y las bestias.Junto al frescor del agua se sientan. Ella afloja el lazo que le ciñe la cintura, desata las sandalias, bebe. Él moja sus sienes, la barba, el pecho, y luego la nuca de ella, el pelo.
Han dejado atrás su casa, los hijos, el marido de ella, la mujer de él, y pasan la tarde haciendo planes. En un día de marcha llegarán al otro lado de las dunas, a una ciudad donde Ramadán tiene amigos y dinero. Atrás quedarán las sombras.
Suraqadima levanta la cabeza y ve una calavera y una inscripción que narra un crimen. Entonces piensa que quien ha muerto aquella vez es una mujer y piensa también que acaso ella haya abandonado al marido y a los hijos para encontrarse con un hombre. Y que si no soplara el viento se podrían ver todavía sobre la arena sus huellas, el viaje a través del desierto, los pies del hombre tras los de ella hasta la mancha verde, hasta la vera del agua, donde él, piensa ella, la ha de haber matado.  Ramadán le pregunta en qué está pensando. Ella señala la a la vera y le cuenta y lo mira a los ojos. Y el amado la mata por segunda vez.


                                        
Sobre María Teresa
María Teresa Andruetto (A° Cabral, Argentina, 1954). La construcción de la identidad individual y social, las secuelas de la dictadura en su país y el universo femenino son algunos de los ejes de su obra. Sus libros, verdaderos crossover  leídos tanto por adultos como por jóvenes lectores, rompen barreras generacionales. Publicó

5 mar 2012

TRES MICRO - RELATOS por Carmen Nani

TENGO SED
¿Qué estoy buscando si ya no tengo posibilidades de encontrar? Se me perdió la vida dentro del hueco de mi vida.  Buceo desde la punta de  mis pies a lo largo de mis entrañas y llego a mis pechos vacíos, secos de tanto llorar.
Mi corazón no se mueve. Se murió por la falta de afecto. Me catapulto en esta superficie inerte, y quedo pendiendo de mis cuerdas vocales. Me da pena ver estos cordones que una vez cantaron a la vida, al sol, simplemente al hecho de ser y ahora sólo son pedazos de hilo movidos apenas para producir un gemido sordo, seco, como del que va a morir por falta de agua.
Yo tengo sed, pero no es agua lo que necesito.

EL PÉNDULO
Era como le péndulo. Sus días transcurrían manteniendo el equilibrio, caminando por la cuerda floja. Siempre huía. Buscaba el áncora que jamás encontró. 

El péndulo iba o venía, tenía opciones. Ella también podía elegir. Como el sol y la luna, el fuego y la nevada, las suyas eran  encontradas: podía consumirse en las llamas de un amor, pleno, pero prohibido, o morír entumecida en la escarcha de un amor indiferente, acostumbrado.
       Debía quedarse junto a uno de los dos. ¿A cuál elegir?

20 feb 2012

LA INVASIÓN por María Elena Garay

Iván invitó  a ir al río. Éramos cuatro con su hijo menor Santi y mi hija Lola. El lugar, lo de menos, cualquiera estaría bien para mitigar el calor infernal que ahogaba la ciudad. Dijo que me iba a sorprender. Preparé la canasta del mate y la heladerita con gaseosas; a los sándwiches los compraríamos de paso. Con las reposeras en el baúl, baldes y palitas para los chicos iniciamos el viaje.
La Avenida Vélez Sársfield, un páramo. Al llegar a la rotonda de Las Flores sentí un pinchazo en el brazo izquierdo, arriba del codo, como una picadura. Ningún insecto a la vista, Iván opinó que podía ser un nervio. Enseguida pasó. Cuando advertí que no tomábamos el camino a Alta Gracia sino el que va a Despeñaderos, calculé que hacía más de dos años que no iba por ahí. Unos kilómetros más adelante, los campos sembrados y las torres de alta tensión me resultaron extremadamente familiares, como marcados, únicos.
- Mejor vamos a otra parte - solté.
Iván me miró, Lola cantaba en voz baja, Santi dormía. Me enredé en una confusa explicación de la que salí argumentando que el río de Alta Gracia tría mucha agua y que no alargaríamos si doblábamos más adelante, en la ruta que comunica los dos caminos.
- Sí, el Cruce. Mirá que en Despeñaderos hay playitas de arena y un lindo espacio verde con mesas y bancos de hormigón, pero si querés.
Me sobrepuse, acepté seguir.
En el Cruce sentí un pinchazo en la pantorrilla. Me llevé la mano a la pierna y casi grité que tuviera cuidado, siempre hay accidentes en ese lugar. Iván se rio y entonó un cantito medio odioso: estás nerviosa, estás nerviosa. Le pellizqué la nuca.
Después comenzaron los mojones que van marcando los kilómetros en forma decreciente. El 767, pensé.

5 feb 2012

DOS POEMAS DE AMOR.... SIN CANCIÓN DESESPERADA de Carmen Nani

CUANDO LLUEVA
Si mañana llueve,
                           no te dejes mojar por dentro,
no humedezcas tu sangre.
Sólo baña tu piel y que fluya el agua.
Si mañana llueve y no estás sola,
evítalo.
Esconde tus sentimientos
y déjalo dar el primer paso.
Entonces, retrocede
                              y cuando hayas tomado
suficiente distancia, pregúntate
si palpitas porque la lluvia invita,
                                               o porque él se va acercando.
Si mañana llueve y él está cerca tuyo,
no te asustes, date tiempo
y aprende a escucharte.
Observa sus movimientos, 
                           sus gestos serán más elocuentes
                                                                       que sus palabras.
Si mañana llueve, y él te habla,
no trates de entenderlo.
Absorbe lo que diga, adivina lo que calla
y así  lo podrás descubrir.
Si mañana llueve y  él,
                               te ha entregado su escudo,
                                       sólo entonces, ríndele tus armas.
Si mañana llueve y  la lluvia los encuentra mansos,

20 ene 2012

ESTAS EN UN POZO


Estás en un pozo, la tierra es colorada, se ven las raíces de los ligustrinas que se te ocurren, cuerdas para saltar; seguís cavando, tus uñas están partidas y te duele mucho la punta de los dedos, pero hay que apurarse porque los primos están cerca y querés ser la primera en encontrar al abuelito. La Pelada tiró una pista: recordás que anoche, en el balcón de la casa de los tíos, les dijo a vos y a tus primos que el abuelito estaba debajo de la tierra, aquí en donde ahora el sudor te chorrea a mares. Si tan sólo hubieras traído la palita o el rastrillo, pensás, Jorge y la Techi, seguro que tienen algo para escarbar más rápido; vos sólo usás tus manos, tus uñas. Es tan grande tu deseo; Lía en el Jardín te ha hablado del suyo; querés conocerlo ahora, qué ansiedad tenés. Ayer nomás le preguntabas a tu mamá por qué no tenías abuelo, ni siquiera uno, ella te acarició la cabeza -cómo te gusta cuando ella te acaricia- y te dijo que los dos murieron antes de que nacieras. A la noche la Pelada dijo aquello. Y que sabía que estaba en ese lugar porque cuando la tía Tuca la trajo a la casa de la señora Chichí, el viejo vivía. No te gustó que le dijera viejo pero sabés que la Pelada es medio boba, que la Tuca no le saca la vista de encima; le da una gamuza para que lustre los muebles mientras ella hace la limpieza. Pero es divertida la Pelada: cuando vas a la casa de los tíos ella te cuenta a vos y a tus primos la historia de cuando mató un león en Africa y también cuentos de fantasmas, aunque después vos no dormís en toda la noche. Tu mamá dice que la tía Chichí es muy buena al dejar que la Tuca trajera a su sobrina a vivir a su casa pero siempre agrega qué sería de la Chichí si se le va la Tuca, si no sabe hacer nada. No sabés cuántas horas has estado cavando, ahora tenés miedo porque al fondo del pozo ya no llega la luz. Entrás, sacás un puñado de tierra, volvés a salir. Tu cuerpo cabe estirado en el agujero, calculás que es de tarde. Las voces de tus primos ya no se escuchan, hay mucho silencio. Te decís que debe faltar poco para encontrar al abuelito, te saltan algunas lágrimas y las lágrimas se mezclan  con la tierra de las pestañas, te arden los ojos, qué hermoso debe ser tenerlo, cuántas cosas le preguntarás, seguro que te cuenta cuentos lindos, no como los de miedo de la Pelada.

5 ene 2012

UN CUENTO CON HUMOR PARA EMPEZAR EL AÑO...por Carmen Nani

PENSAR EN VOZ ALTA

“Qué gorda estás”, le dijo Elena. Ojalá te conviertas en vaca, pensó Lucía mientras contemplaba la silueta esbelta de su amiga. Cuando Elena empezó a mugir. Lucía salió corriendo del bar dejando a la vaca frente a un capuchino. Al cruzar la calle, un taxi casi la atropella. “¡Tené más cuidado, abombada!” Escuchó que le gritaba. No pudo responderle pero sí  levantó el brazo, y le mostró el índice y el meñique bien extendidos. El auto amarillo frenó de golpe, Lucía se alarmó. Sintió miedo cuando vio que el taxista se bajaba y que avanzaba hacia  ella con una tremenda cornamenta en la pelada. Caminó, casi corrió hasta su auto. Cuando llegó ya era muy tarde, el  agente estaba anotando la multa. Le rogó que no se la pusiera  porque su marido la mataría, pero no hubo caso, la multa era irreversible. “Si usted fuera  mujer, me entendería,” dijo finalmente. “Claro que te comprendo, mi marido me hace lo mismo, son todos unos machistas”, le contestó el agente que ahora sacaba un rouge de la cartera para pintarse los labios. Lucía se subió al auto, rumbo a su casa. Cuando llegó, estacionó debajo de la gran sombra del árbol del vecino, que le gritó: “¡Oiga, siempre lo mismo! Si quiere sombra plante un árbol.” “Tanto lío por este árbol de mierda, ojalá se te seque”. En ese momento las hojas desaparecieron y el tronco se tiñó de un marrón sin vida. Lucía se metió en su casa.