BUSCAR

20 feb 2012

LA INVASIÓN por María Elena Garay

Iván invitó  a ir al río. Éramos cuatro con su hijo menor Santi y mi hija Lola. El lugar, lo de menos, cualquiera estaría bien para mitigar el calor infernal que ahogaba la ciudad. Dijo que me iba a sorprender. Preparé la canasta del mate y la heladerita con gaseosas; a los sándwiches los compraríamos de paso. Con las reposeras en el baúl, baldes y palitas para los chicos iniciamos el viaje.
La Avenida Vélez Sársfield, un páramo. Al llegar a la rotonda de Las Flores sentí un pinchazo en el brazo izquierdo, arriba del codo, como una picadura. Ningún insecto a la vista, Iván opinó que podía ser un nervio. Enseguida pasó. Cuando advertí que no tomábamos el camino a Alta Gracia sino el que va a Despeñaderos, calculé que hacía más de dos años que no iba por ahí. Unos kilómetros más adelante, los campos sembrados y las torres de alta tensión me resultaron extremadamente familiares, como marcados, únicos.
- Mejor vamos a otra parte - solté.
Iván me miró, Lola cantaba en voz baja, Santi dormía. Me enredé en una confusa explicación de la que salí argumentando que el río de Alta Gracia tría mucha agua y que no alargaríamos si doblábamos más adelante, en la ruta que comunica los dos caminos.
- Sí, el Cruce. Mirá que en Despeñaderos hay playitas de arena y un lindo espacio verde con mesas y bancos de hormigón, pero si querés.
Me sobrepuse, acepté seguir.
En el Cruce sentí un pinchazo en la pantorrilla. Me llevé la mano a la pierna y casi grité que tuviera cuidado, siempre hay accidentes en ese lugar. Iván se rio y entonó un cantito medio odioso: estás nerviosa, estás nerviosa. Le pellizqué la nuca.
Después comenzaron los mojones que van marcando los kilómetros en forma decreciente. El 767, pensé.

5 feb 2012

DOS POEMAS DE AMOR.... SIN CANCIÓN DESESPERADA de Carmen Nani

CUANDO LLUEVA
Si mañana llueve,
                           no te dejes mojar por dentro,
no humedezcas tu sangre.
Sólo baña tu piel y que fluya el agua.
Si mañana llueve y no estás sola,
evítalo.
Esconde tus sentimientos
y déjalo dar el primer paso.
Entonces, retrocede
                              y cuando hayas tomado
suficiente distancia, pregúntate
si palpitas porque la lluvia invita,
                                               o porque él se va acercando.
Si mañana llueve y él está cerca tuyo,
no te asustes, date tiempo
y aprende a escucharte.
Observa sus movimientos, 
                           sus gestos serán más elocuentes
                                                                       que sus palabras.
Si mañana llueve, y él te habla,
no trates de entenderlo.
Absorbe lo que diga, adivina lo que calla
y así  lo podrás descubrir.
Si mañana llueve y  él,
                               te ha entregado su escudo,
                                       sólo entonces, ríndele tus armas.
Si mañana llueve y  la lluvia los encuentra mansos,