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20 feb 2011

CUENTOS DE VERANO

                                                             INFLUENCIAS
Por María Elena Garay


Se sienta en la cama, ha recorrido toda la casa, esto es absurdo piensa, se toma la cara entre las manos y permanece así por un rato. Se para bruscamente ¡ la cochera! eso le faltó. Es lo más importante, no busca el auto, no está como lo supuso, sino las herramientas. Los estantes de madera adosados a la pared son esqueletos vacíos. La pintura manchada con grasa y dos grampas solitarias le recuerdan que de ahí colgaban un serrucho y una pala. Ya no hay esperanzas, se dice con agobio.
Esa tarde entró a su casa como a las siete cargada de cuadernos y mapas, como todos los días, cansada igual, pensando que los alumnos están cada día más jodidos y que la geografía no les interesa un pito. Sobre la mesa, la fuente de cristal no había sido retirada, ya debería haber preparativos para cena, al menos siempre pone la mesa, la verdad es lo único que hace de las tareas de la casa y eso que tiene todo el tiempo libre, pero se pone a fabricar objetos inservibles, dele serruchar y clavar: un banquito, una escalera… A ella le pone los nervios de punta y qué escándalo si le dice algo; le contesta que se calle, si a ella le gusta tirar la plata en peluquería, ropa nueva, boludeces. En la cocina, ni una olla sobre la hornalla. Gritó ¡hola! y no obtuvo respuesta. Corrió al dormitorio con un nudo en el estómago, abrió el placard: cuatro perchas flacas como pájaros, oscilando por la corriente de aire. Abrió sus cajones: nada. Con los ojos inundados corrió al baño: lo primero que echó en falta fue la bata de toalla, bata rotosa que él tanto ama.

10 feb 2011

ARAÑAS, de Carmen Nani

¡Sos una viuda negra!, Gritó el hombre. ¡No soy peor!, la contestación de su mujer lo descolocó. La miró, y aunque le hubiera gustado gritárselo, sólo se animó a pensar que por lo negra y peluda, realmente se parecía a una araña. ¡Estás loca!, Gritó al tiempo que daba un portazo. Caminó a paso rápido hasta el templo tratando de disimular su disgusto, en vano. Estaba demasiado enojado. No había sido su intención decirle semejante barbaridad, pero tampoco había esperado esa respuesta. Mucho menos descubrir que su mujer, en efecto, se parecía a ese bicho. Estaba confundido. Pero quedó aún más, después del sermón. “Hermanos, si tuvieran que elegir entre una compañera hermosa, pero podrida por dentro y una fea, de un interior luminoso ¿Cuál elegirían? ¡La fea! Contestaron con entusiasmo todos. ¡No! Gritó el cura. La fea no tiene remedio; pero una compañera bella, también puede embellecerse por dentro.” Él no buscaría una mujer podrida por dentro, pero hermosa, para mejorarle el alma, como dijo el cura. Mirá que pretender quedarte con una mujer hermosa y buena. Eso, y la perfección sería lo mismo, cura ingenuo. Y así sacudiendo la cabeza, como tratando de ventilarla, tomó el ómnibus equivocado.