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29 mar 2021

MI HOMBRE, de Rosa Montero

Me he casado con un descuartizador de aguacates. Ya comprenderán que mi matrimonio es un fracaso. Cuando conocí a mi marido yo tenía diecinueve años. Por entonces estaba convencida de que el día más hermoso en la vida de una muchacha era el día de su boda, y cada vez que veía una novia me ponía a moquear de emoción como una tonta. Ahora tengo cuarenta y tres años y no me divorcio porque me da miedo vivir sola.

Él es un hombre muy bueno. Es decir, no me pega, no se gasta nuestros sueldos en el juego, no apedrea a los gatos callejeros. Por lo demás, es de un egoísmo insoportable. Viene de la oficina y se tumba en el sofá delante de la tele. Yo también vengo de mi oficina, pero llego a casa dos horas más tarde y cargada como una mula con la compra del hiper. Que me ayudes, le digo. Que ahora voy, responde. Nunca dice que no directamente. Pero yo termino de subir todas las bolsas y él no ha meneado aún el culo del asiento. Voy a la sala, le grito, le insulto, manoteo en el aire, me rompo una uña.

15 mar 2021

CARNE QUEMADA, de Rosa Montero

 La encontraba bien, incluso muy bien. Mejor que cuando estaban juntos. Se había puesto lentillas. ¿Por qué demonios no usó lentillas antes, mientras vivieron juntos? Entonces llevaba unas gafas redondas, gafitas de progre, que le sentaban bastante mal. Ahora Luisa le estaba contemplando minuciosa y desapasionadamente con sus bonitos ojos, esos ojos que tan bien se le veían gracias a las lentes de contacto.

—Estás igual— dijo al fin la mujer, dando por terminado el escrutinio. Y su tono frío y un poco desdeñoso, daba a entender otro mensaje: no estás igual, pero te has ido deteriorando en la manera que yo había previsto.

Andrés suspiró.

—Tú, por el contrario, has cambiado. Estás muy guapa.

—O sea, que antes, cuando estábamos juntos, me encontrabas horrible— respondió Luisa con una crueldad innecesaria. Porque ella sabía bien que no fue así.

—Mujer, cómo eres...— se quejó él, sintiéndose torpe y demasiado pánfilo. Nunca había

sabido mantenerse a la altura de las bromas ácidas de Luisa.

La cafetería empezaba a llenarse con los empleados de las oficinas cercanas, vociferantes grupos en busca del plato combinado del almuerzo. Tras la barra, los cuatro camareros se afanaban con gesto tenso y preocupado: parecían soldados dispuestos a defender su precaria posición ante el inminente asalto de una horda de enemigos hambrientos. Con el barullo, los camareros debían de haber olvidado un filete que habían puesto en la parrilla: la carne humeaba malamente y había empezado a arder por un costado.

—¿Cómo dices?— preguntó Andrés, elevando la voz por encima del ruido.

12 mar 2021

MARC, LA SUCIA RATA, de José Sbarra

 
Según cuentan los dichos, Sbarra [Argentina, 1950 - 1996] era cultor de la aguja y de la máquina de escribir y así vivió su vida al límite merodeando por hoteluchos de San Telmo, acompañado de drogotas, dementes y personajes de toda clase que frecuentaban aquellos pagos en la década del 80. "Coger, escribir, drogarme" era el lema de Sbarra, llevado a la práctica hasta las últimas consecuencias. Porque entre tanto descontrol un buen día se pescó ese invento de la ciencia moderna llamado VIH, y su muerte allá por 1996 no hizo otra cosa que extender el mito desde aquellos días hasta aquí. El protagonista es un joven argentino cuyas únicas ambiciones en la vida son "drogarse, escribir un libro perfecto y morir de sobredosis". Marc, La Sucia Rata es una novela corta, rápida y extremadamente divertida que se divide en diálogos de Marc y un policía y en extractos de su "libro perfecto", Los pro y los contra de hacer dedo.

Que lo disfruten,

Carmen