- No, no somos sólo eso, la voz a mis espaldas me sobresalta. Giro asustada.
- Tenés que entender, me veo hablar en la figura detrás de mí.
Soy yo, pero la imagen no me refleja. Levanto una mano y compruebo que la imagen no copia el movimiento.
- No quiero seguir mintiendo.
- ¿De qué hablás?, miro hacia la izquierda.
La voz viene desde allí. Me veo enojada en ése otro espejo que me increpa. Estoy por contestar algo, no se qué, cuando mi imagen anterior, la que está a mis espaldas, se me adelanta.
- Del amor. Porque en el amor, vale todo, contesto con mirada
quimérica desde el espejo a mis espaldas.
Me río el espejo de la izquierda.
- ¿Qué mirás? Esta vez sí se dirige a mí.
- ¿Acaso no juraste amar a un hombre y no dudaste en engañarlo con otro?
Intento defenderme pero otra vez mi imagen se me adelanta.
Esta proviene de un espejo sobre la derecha.
- ¿Vos tenés idea de lo que sufro junto a un indiferente como Javier?
- ¿Y eso justifica que tengas un amante?, censura mi imagen de la izquierda.
- Ustedes hablan por hablar, vuelvo a girar porque aparezco hablando en un cuarto espejo.
- Ustedes no son madre. Si lo fueran, sabrían que lo más importante son los hijos.
- ¡No!, contesto desde mi primera imagen.
- Lo más importante es la pareja. No caer en la rutina. Mantener la magia…
- Si claro, muy mágico; y aguantar su cansancio, sus silencios, su trabajo por encima de todo, interviene la imagen de la derecha.
La de la izquierda aprovecha para sembrar cizaña.
- ¿No será que ya no lo amas; que ya dejó de ser el hombre de tu vida porque apareció otro?
- ¡No!, ahora es la imagen madre.
- Javier es el padre de mis hijos, yo lo amo.
- Pero te acostás con otro, retruco desde el espejo de la izquierda.
Desde la derecha intento justificarme.