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25 jun 2013

PHYSIC DU ROLE - cuento de María Elena Garay

No me gusta andar siguiendo a nadie ni que me sigan, conste. Pero qué hay que hacer cuando una va caminando apurada por la calle, casi corriendo porque el colectivo de las doce y media ya está por llegar y de pronto se cruza una mujer idéntica a una. Y para colmo vestida como se hubiera vestido una: nada de vestido, vaqueros y camisola de algodón. Celeste, medio desteñida la camisola como la que vi un domingo en la feria de las artesanías y yo que no tenía un peso encima; recuerdo que pensé que ojalá que no la comprara nadie así la llevaba yo el domingo siguiente; seguro la compró ésta.
Volver sobre mis pasos, eso hice para verla de frente de nuevo a esa mujer con mi misma cara y mi ropa preferida. Caminaba como mirando vidrieras pero no las miraba, se notaba cansada y si bien no traté de ocultarme estoy segura de que no me vio. Yo había escuchado la teoría de que todos tenemos un doble, cosa que siempre me pareció absurda porque con el descubrimiento de las huellas digitales y el ADN ya se sabe que cada uno es único. Pero era interesante la teoría, más habiendo visto con mis propios ojos que existía una mujer parecida, qué digo, igual a mí.
 A ver a dónde va, me dije, aún sabiendo que perdería el colectivo de las doce y media y comencé a seguirla. Ella parecía no tener apuro (o estaba muy cansada) y una pensando que Daniel se preocuparía por la tardanza y los chicos andarían rondando por la cocina en busca de los olores del almuerzo. Cuando ella cruzó la General Paz, yo pisándole los talones, me vino la revelación, todo en un segundo: no era mi doble, que en eso definitivamente no creía: era mi hermana melliza.
Es increíble la fuerza del inconciente, desde el primer momento supe que era ella y me distraje con las elucubraciones del doble y la falsa sorpresa, para no caer en la cuenta de que sí, era Myriam. Ahí pensé que lo verdaderamente sorprendente era que estuviera en la calle y no en la Casa de Descanso (vaya con los eufemismos) a la que religiosamente la vamos a visitar domingo de por medio con Daniel, desde hace siete años.
Pobre Myriam, tan hermosa, y perdón por la falta de humildad porque somos idénticas, por fuera nomás gracias a Dios; desde chiquita fue tan teatral, como todos los chicos jugando, por supuesto, pero más pasional diría: era la Mujer Maravilla o el Principito y se posesionaba de tal forma del papel que era inútil pedirle que se lo dejara a una un ratito.
Qué hago, pensé y no atiné a otra cosa que seguir tras ella, seguramente cuando le contara a Daniel él sabría qué hacer y supo qué hacer apenas se lo dije, después de preguntarme diez veces si no me había equivocado. Pero Myriam siguió de adolescente con esa tendencia a la fabulación y el doctor Moretti dijo que eso ya no era cosa de chicos, que tal vez el cambio hormonal había alterado su percepción de la realidad. Conste que yo nunca pensé que fuera para tanto aunque me hiciera cosas feas como odiarme ferozmente cuando conocí a Daniel; sus razones tenía: era Ana Bolena y el pobre Daniel, qué papelón se ve que me quería nomás, tuvo que aguantar que ella lo llamara “amado Enrique”. Ahí tuve que explicarle que se trataba del rey Enrique VIII y tal vez ella lo hubiera dejado de molestar si alguno de nosotros hubiera sabido cómo terminaba ese romance (el del rey y Ana).
Si vivieran papá y mamá no podrían creer que después de todo lo doloroso que pasaron, (porque internar a una hija no es nada fácil, un desgarro fue) ella estuviera caminando como si nada por la calle porque curada, pobrecita, no está si los últimos meses se ha creído Juana de Arco. No, nunca nadie común: sólo heroínas, bellas, deseadas...
Y el colmo: dobló por 27 de abril, y se detuvo en la parada del cincuenta ¡mi colectivo!. Entonces iba a mi departamento ¡acordarse de la calle Los Incas 235, 4° B!, no se cómo pudo porque si bien la llevamos varias veces a casa, no se la vio nunca interesada en el recorrido. Subimos al de las doce y cuarenta, las dos paradas; yo, casi escondida detrás de los brazos de un gordo, nunca se sabe con Myriam. Así, los veinte minutos hasta el barrio.
De pronto me figuré a las dos entrando juntas, a Daniel que no entendería nada y vaya a saber con qué venía Myriam. Debo confesar con vergüenza que también pensé que Daniel podría confundirla conmigo y no señor, ella se ligaría el beso de bienvenida que es exclusivamente de una. Entonces me dije: tengo que advertirlo y así como así, me bajé en la ruta y corrí bajo ese sol infernal las tres cuadras de tierra que dan a la esquina de casa, mientras Myriam daba toda la vuelta que da el colectivo por el barrio hasta llegar a la misma esquina. Fue entrar y largarme a llorar, tanta fue la presión, contarle rápido todo a Daniel; que ya estaría Myriam por tocar el timbre.
 - Tranquilizate, cariño- me dijo.- Yo sé tratar a tu hermana.
Me trajo un vaso de agua.
- Puede haber hecho un desastre, mirá que escaparse- le dije.
 - Es mejor que te recuestes un rato. Yo me ocupo : llamo a la Casa de Descanso para que la vengan a buscar.
Cómo amo a mi marido, con dos o tres frases aquietó el maremoto de mi cabeza, ya no sabría cómo vivir sin él. Y también ver a los chicos tan sanos, le vuelve el alma al cuerpo a una.
- Papi, ¿cuándo comemos? – dijo Marcelita. Está un poquito mal educada esa nena , no saluda como antes.  - Luego, mi amor. Comete una banana que mami ya servirá la comida- dijo él.
 Dicho y hecho, a los cinco minutos llegó Myriam. Ni qué decir que yo no podía descansar; traté de escuchar por la puerta entreabierta de la habitación. Ellos hablaron bastante en la cocina; sólo escuché “llamaremos a la Casa de Descanso” y la verdad es que ella se lo tomó muy bien, ni escenas ni llantos, es sorprendente Myriam.
Después él habló por teléfono; ella, lo supe por los ruidos, tranquilamente tomó un refresco con soda, sacó algo del freezer y lo puso en el microondas.
Ahora por fin Daniel está conmigo en el cuarto, hablamos de cualquier cosa, nos reímos y él me dice “¿bajamos al jardín, cariño? Y no me importa el calor, sólo sentir su brazo acogedor sobre mi hombro. Por la ventana ya se ve el auto de la Casa de Descanso. Pobre Myriam, en instantes subirán a buscarla.