
Ante todo tengo que agradecerte los gemelos de plata con una flor de lis; aunque sabés que no uso camisas con gemelos, valoro tu intención. De paso te pido que me perdones por no haber usado nunca la gorra de carpincho, bien cara te habrá salido el año pasado. Pero sólo son detalles, te pido perdón porque yo soy un hombre simple, empleado del taller del Tito y no me va esa moda pituca ni juego al golf (gracias también por los palos que me regalaste hace dos años). No supe llenar tus expectativas, no te culpo por haberte cansado, más aún cuando sucedió eso en Navidad.
Como sé que estarás preocupada por saber dónde estoy, te escribo también para avisarte que mi hermano, el de Santa Fe, se cambió de casa y yo lo ayudé con la mudanza y creo, a eso lo reconocerás, soy bastante fuerte alzando cosas pesadas, una bestia solés decirme. Bueno, tal vez puedas perdonarme por no haberte dado el regalo que querías. Moni y el Guille estuvieron chochos con sus juguetes, ahí no le errrás nunca y los dejás felices, yo no sabría qué comprarles. Pero sí sabía lo que vos querías y, como me dijiste, no era muy difícil ir a una joyería y decir quiero un par de aros Lady Di con perlas blancas , me lo especificaste bien, ni grises, ni turquesa, blancas.
Cumplí con vestirme con el traje colorado y la barba de algodón, aunque sudé a mares y repartí los regalos. Tu hermana quedó encantada con los zapatos que le compró Carlitos, ves Carlitos sí tiene gusto para elegir regalos. ¡Cómo se alegró tu mamá con la pava eléctrica que le regalaron ustedes, sus hijas!. Yo iba sacando de la bolsa y cada vez sudaba más porque veía la expectativa en tus ojos y la bolsa se iba vaciando y tu ceño fruncido, aunque había todavía una chispa de esperanza porque la cajita de aros debía ser chiquita y tal vez pensaste que la tenía en el bolsillo.
No creas que me enojé cuando reclamaste tu regalo y sé que vos no te enojaste tanto por eso sino por mi explicación. Porque todo tiene una explicación en esta vida, sólo que no te gustó lo que empecé a decir, no me dejaste terminar porque empezaste a gritar, a decirme estúpido y otras cosas feas. Hasta Carlitos que es un buen tipo me dijo no podés ser tan boludo y ahí se armó la gresca: tu furia asustó a los chicos que se pusieron a llorar y sabés que cuando los chicos lloran a mí se me rompe el corazón. No me importó que me echaras ahí nomás, sí me importa que entiendas mi explicación y no rompas la carta antes de leerla.
El 23 yo iba con los trescientos pesos en el bolsillo camino a la joyería, sabía bien lo que tenía que pedir, cuando se me cruzó un vagabundo, era un hombre de mi edad con la ropa bastante vieja y un olor que vos no soportarías, seguro. Llevaba una bolsa y me dijo: Hermano aunque no lo creas, yo soy el hijo de Dios. Me quedé duro pero no dije nada. Papá Noel no existe, siguió. Yo asentí, siempre creí que eso era un invento importado. Cuando era chico el Niño Dios me traía siempre alguito, nunca me dejó con las ganas. Mañana tengo que llevarle algo a los chicos de la villa y no tengo plata, siguió, te pido que me ayudes. Era mediodía, estaba nublado, pero yo vi con mis propios ojos un aura, como un globo de luz que lo envolvía.