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30 nov 2010

HOGAR... DULCE HOGAR por Cecilia Spina

HOGAR… DULCE  HOGAR

He tenido oportunidad de conocer datos de portales inmobiliarios sobre ofertas de viviendas en Europa, particularmente en España y en ciudades superpobladas como Barcelona, de 11 metros cuadrados; 12, en Madrid; 10, en Burgos. Mientras leía el anuncio comenzó a faltarme el aire. Es verdad que soy algo claustrofóbica. Por naturaleza y por crianza necesito de luz y de un espacio interior en el lugar que habito razonablemente amplio y exterior a nivel de lo que llamábamos patio. Digo un patio. No un parque, pero tampoco un balcón.
Comprendo que la población se reproduce, aumenta, y la tierra, no. Somos muchos más los invitados a la fiesta de la vida y la torta es la misma. Consecuencia: la tajada más mezquina. La concentración en las ciudades por razones lógicas es inevitable. Optimizar el espacio por disponibilidad y costos, se impone. Lo que se quita en espacio privado debería compensarse con más y mejores espacios públicos. Las viviendas compactas, las torres crecen durante la noche, como el pasto después de la lluvia en verano. Pero justamente, quién nos soluciona a los claustrofóbicos el tema de la luz, el aire, el diente de león en un trocito de tierra propia. Vienen a mi cabeza las imágenes y el diálogo inicial en la película “El hombre de al lado”, cuando se dispara el conflicto a causa de que el vecino quiere abrir una ventana en la medianera de la casa de Leonardo, y se justifica diciendo “solo quiero unos rayitos de sol” “un cachito de luz” de la que al vecino le sobra, porque por contraste este tal Leonardo, es un prestigioso diseñador que habita nada más ni nada menos que la única construcción en Latinoamérica de Le Corbusier (que es la casa Curuchet en la ciudad de La Plata).
Otro tema a considerar en los departamentos a mi entender según el sentido común, porque desconozco los criterios arquitectónicos, es el de la intimidad individual y la privacidad familiar. Los muros… las aberturas… Por haber tenido a una hija viviendo algunos años en Buenos Aires y mudado ella con sus bártulos a distintos barrios y departamentos como inquilina, he tenido la ocasión de vivir “de paso” esta realidad. He observado, meditado.
Recuerdo en particular un domingo a la siesta de un día que creí nublado y luego me enteré que no, que el día era muy soleado, solo que por la altura del edificio y el estrecho patio de luz, no llegaba a reflejarse el sol en los muros bajos de nuestra casa. Ya por una ventana había visto a una mujer en bombacha y corpiño colgar ropa lavada en un tendedero de un metro por setenta centímetros; por otra ventana, me había llegado la voz de otra mujer en lo que supuse se trataba de la charla telefónica “esa mina está loca, pobre piba!!!…bla…bla…bla”. Me recosté y traté de leer, pero me distraía el hueco de la ventana, la pintura blanca de las paredes de ese hueco vertical a donde se abría muchas otras, surcada de trazos negros por donde se desliza el agua de lluvia arrastrando el polvo asentado en superficies y ahora enmohecido. En una minúscula grieta echaba raíces un hierbajo sin flor. Lugar de difícil acceso para emprolijar, pensé. Hacía mas de media hora escuchaba el crepitar del aceite en la cocinar de otra residencia que no era la de la señora que hablaba por teléfono, ni de la que tendía ropa y el olor a milanesa frita entraba como nube a mi habitación. Alguien dijo “che, vengan a la mesa!”. Miré mi reloj. Eran las 4 de la tarde. Y está bien. Cada uno organiza el tiempo como quiere, pero esto de sumar tu intimidad con la mía y la de ellos me llevó a un estado de confu-depre-sión  difícil de remontar. Mi hija trabajaba en la computadora, creo que en el equipo de música escuchaba a John Lennon. Imagine…
Entiendo que la sociología de la salud estudia la importancia de las condiciones materiales en las que se desenvuelve nuestra vida ya que de ellas resulta también la conformación de la subjetividad. Qué necesario sería unir criterios con los arquitectos que abordan proyectos urbanos, diseños. El problema es serio. La realidad se impone. La Nelly lo grafica como solo ella puede hacerlo:
Como un aporte más sobre el tema, desde lo literario, les recomiendo un cuento que voy a subir a la entrada de mis cuentos aunque NO es de mi autoría. El cuento es de Flannery O’Connor, y se titula “El geranio”. Vale la pena. Quizás en un próximo encuentro, comparta con ustedes apreciaciones sobre esta magnífica escritora. Suerte y hasta la próxima.








3 comentarios:

Palabras como nubes dijo...

Un placer haber encontrado este blog. He leído sólo algunos textos, así que volveré por más :)

Saludos a todas y felicitaciones.


Jeve y Ruma

Piel de lechuza dijo...

JEVE Y RUMA: Me han dado una alegría enorme con este mensaje que da posibilidad al encuentro entre piel de lechuza y palabras como nubes. Mi programa personal para esta noche es entrar al espacio de uds y recorrerlo. Estaremos en contacto. Gracias en nombre mío y de mis compañeras. Cecilia

Pinta dijo...

He vivido en una gran casa de niña, despuès conocì la sensaciòn del encierro en un departamento. Finalmente, vivo en mi casa, la mìa, la que fuimos armando a través de los años. Y aunque la amo, reconozco que tiene sus bemoles... ¿será que deberíamos ser nuestros propios arquitectos, sólo por el tiempo que nos lleve hacer nuestro lugar?
Pinta