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22 jul 2011

MONTE DE SOLEDAD por María Elena Garay

                      
- ¿Por qué me habéis matado, hermano?
Marguerite Yourcenar

El tren se ha detenido, aquí estás, te veo tras la ventanilla. Siempre imaginé los leves cambios que el paso del tiempo irían produciendo en tu cara, en tu cuerpo y aunque por ahora sólo veo tu cara, pienso que me aproximé bastante a tu imagen. Lo que por otra parte no es difícil porque sos idéntico al viejo. Él no puede venir a recibirte; como dije por teléfono, se está muriendo y sabés que aun pudiendo no vendría; juró no volver a verte la tarde de tu partida, sin su adiós.
Vos no me ves, sé que estás tomando tu bolso, que tendrás en el suelo, entre los pies, el mismo con el que te fuiste, en donde puse un mechón de nuestros cabellos confundidos y aquella carta que comprendo, habrás odiado o ni siquiera habrás leído. Porque en esa carta estaba yo, la causa de tu repentino exilio, de tu vida expulsada a la incertidumbre, a lo ajeno. ¡Ah esa carta!, en ella no escribí: querido hermano, lo debido, sino Aurelio amado, mi amor, mi muerte. ¿Por qué no me respondiste?
Estás bajando el escalón, mirás para un lado y otro, buscándome; no apareceré todavía, unos minutos me darán valor. ¿Te acordás cómo nos escondíamos de chicos entre los espinillos? y después en la adolescencia, cuando nuestros juegos cambiaron, en el monte. No sé qué te voy a decir después de tantos años, tal vez que el monte ya no existe pues las casas han llegado hasta allí y mucho más allá, seguro no te hablo del monte, te preguntaré por tu esposa y tu hijito que no han venido con vos.
La gente en la estación se está yendo, deambulás de un extremo al otro. Prometí venir a recogerte, lo creí más fácil. Y venís porque el viejo se está muriendo ¿no es eso muy triste? que vengas por el viejo, digo, se está muriendo pero sigue duro como el cuero de la fusta que azotó tu espalda, puro surcos de sangre aquel día, pobre Aurelio, querido hermano. Cuántas noches, encerrada en mi cuarto o en cualquier lugar de la casa que fue la cárcel que él me impuso, repetí querido hermano para que el dolor se fuera, para que mi corazón aceptara que no sos un hombre , que sí lo sos pero no para mí que soy tu hermana.
Te veo en ese asiento del andén esperando: mi mente vuela entre el monte y la húmeda oscuridad de la despensa -penumbra ocre que proyectaba el sol en el papel de la banderola-. Y al júbilo de nuestros jóvenes cuerpos inocentes.
Ese hombre que ahora observa el reloj pulsera con insistencia ya no me espera a mí, espera a su familia; quisiera cambiar de cuerpo, ocupar otro lugar, no ser yo, quizás tu esposa, como quiera que ella sea aunque ella siendo quien es, conoce de segunda mano o caricia tus gestos, tus esperas, tus tensiones.

¿Puedo achacar toda la tragedia a un caballo? Sería ilógico ir encadenando causas para llegar a la raíz; estúpido e inútil. Porque antes del caballo estuvo Carla, pobre vieja, nuestra hasta su muerte. Ayudó no sólo con su silencio, nos pidió un mechón de pelo: el mío, rubio; el tuyo, castaño; los mezcló en uno solo, el sol y la luna hacen el tiempo, dijo. Después, atado con una cinta roja lo puso al pie del Cristo del Perdón, en el Oratorio ¿te acordás? ¿Cómo alguien puede hacer tanto y otro destruir todo? Ella dividió el mechón el día que te fuiste y quiso para vos una mitad; en cada parte están los dos me dijo, nunca se separarán, cosas de la nana india, si supiera. Porque te fuiste, ni una llamada ni una carta. ¡Qué fácil, perderme!
Mucho tiempo después sonó el teléfono pero vos ya no eras vos. Me llamaste regularmente dos veces por semana, me contabas de tus estudios, de tus novias, todo lo que una hermana puede saber. Al final, el golpe presentido: te casabas, vino un hijo. Exorcizaste el antiguo paraíso, qué crueldad, y yo, fingiendo alegría, cuando no había fingido nunca.
Y nunca viniste, ni que le siguieras temiendo al viejo, postrado, enfermo hace tanto. No sabés cómo extraña a su tobiano, el de aquel día era un rocino, cómo olvidarlo; venir a escapársele a la siesta, con ese sol, irse para el campo bordado por pequeños soles. Ese día el rocino no apareció pero la furia del rebenque dejó sangre, espinas rotas y el aullido de mi lamento en el monte. ¿Es que no te quedaron cicatrices?
Te estás impacientando, tal vez pensás tomar un taxi, qué hago trayendo recuerdos, corro y te llamo. ¡Aurelio!
Me ves, abrís los brazos, las puertas del infierno tan ansiado; nunca más fui al Oratorio, ni siquiera cuando me casé.
Gabriel, querés saber de mi esposo. ¿Y el viejo?; se atropellan nuestras palabras, pregunto por tu hijo, sabés que yo no tengo, ocho meses contestás, me estremezco al imaginarlo nuestro; no, qué digo, sólo mío. Aurelio, hermano, repito a cada rato, entre frase y frase, no sea que adivines...
No quiero verlo al viejo todavía, me decís ¿tu tono de voz está cambiando? ¿suena joven y dulce? ¿o es que estoy volviendo loca? Quisiera revisar tus bolsillos y encontrar nuestros cabellos, toda una certeza. Me resisto: Gabriel y papá nos esperan, digo con falso aplomo, aun sabiendo que el viejo no va a reconocerte.
Me tomás por los hombros, caminamos, querés conducir la camioneta; anhelante, me dejo llevar...

Este cuento fue premiado y publicado por el diario"Hoy día Córdoba" en el marco de Literatura de Pasión.

14 comentarios:

Nilda dijo...

MARIA ELENA .Muchas gracias un verdadero regalo para el dia del amigo,que yo t
e agradezco muchisimo, todos los cuentos me gustaron me resultaria dificil,elegir uno.otra vez gracia todo mi aprecio,y adelante sin vacilar.Nilda

Amanda dijo...

Cada vez que leo tus cuentos, termino conmovida, te sigo felicitando

Piel de lechuza dijo...

Gracias Nilda, yo agradezco que leas estos textos que hago con verdadera pasión. Un abrazo

Piel de lechuza dijo...

Y sigo agradeciendo...Cariños.

Betty dijo...

Querida Maria Eena:Lei tu cuento. Como todos los tuyos me dejo pensando....y cai en cuenta que me hizo recordar el de Marguerite Yourcenas llamado Ana. soror. Tu no te detuviste demasiado en ambientarlo, solo mencionas el monte y uno imagina la soledad de l campo argentino...y esos niños solos en su despertar. Te has atrevido con un tema dificil y lo trasmites muy bien. Felicitaciones!!!
Un abrazo nuy grande. BETTY

Piel de lechuza dijo...

El mismo tema, de hecho, en el epígrafe pongo un párrafo de ese cuento magistral. En un cuento corto, preferí dedicarme a los interiores y dar datos sueltos del entorno: los espinillos, el monte, los caballos... y pensé efectivamente en un paisaje campero. Gracias Betty por estar siempre ahí. Un abrazo enorme

susana2126 dijo...

María Elena: Me encantan tus cuentos, tan reales y al mismo tiempo sugerentes, haciendo volar la imaginación del lector.Creo, desde mi humilde opinión, que has logrado un estilo estupendo.Felicitaciones.Susana

Car dijo...

¡Qué cuento ME! Recuerdo la primera vez que lo leíste, el revuelo, el desconcierto, yo quedé impresionada. ¡Qué bien manejás el suspenso y la tensión sobre un tema tan escabroso y dicho desde el vamos! Un cuento que definitivamente se llevó todos los galardones! ¡Felicitaciones!
Car

Piel de lechuza dijo...

Su, qué alegría encontrarte por estos lados. Agradezco tu opinión que me interesa mucho. Viste cómo una imagina una cosa y el lector imagina a su modo ( hasta puede ser de otra manera) ¡Ahí está la magia de la escritura: un puente a la imaginación de cada uno. No te pierdas amiguita, lectora perspicaz
Un abrazo

Piel de lechuza dijo...

Gracias Car, encontré el tono casi poético para tratar semejante tema! A veces se da y otras, naufragamos. A seguir, co- bloguera!!!
Abrazo

Lily dijo...

María Elena, te felicito, es un cuento hermosísimo. Me hizo acordar al de Marguerite Yourcenar. Lo has escrito tan bien, con tanta sensibilidad y fuerza, que a pesar de ser un tema difícil, se convierte en algo totalmente creíble y bello. Hasta parece que yo lo estuviera viviendo. Esa es la genialidad del escritor, cuando logra que sus lectores terminen sintiendo que también son los protagonistas de la narración. Un abrazo grande. Lily

Piel de lechuza dijo...

Lily! qué alegría, mirá lo que puede la literatura...me encanta reencontrarte y agradezco tus elogios. El cuento de Yourcenar es sublime y se ve que me impactó bastante porque éste surgió mucho tiempo después que leí aquél. El tema es difícil y apasionante; fue un verdadero desafío. Que te haya llegado a vos así, es la recompensa más grande que puedo recibir. Y que me lo expreses, ni te digo. Mil gracias y un fuerte abrazo

Anónimo dijo...

Muy bueno!! ahora quiero leer el cuento de Marguerite Yourcenar...

Abrazo!

PD: Al publicar este comentario, la página de blogger me pidió, como siempre, escribir una "palabra de verificación". curiosamente, la de hoy es "INSEST"... casualidad???!!!

Piel de lechuza dijo...

A mí también esas casualidades me dejan muda. No tienen causa ni explicación racional ¿no? No sé quién sos, te agradezco y te doy el dato del cuento de Marguerite Yourcenar: Está incluído en el libro "Como el agua que fluye (Alfaguara bolsillo) y se llama "Ana, soror...", transcurre en el año 1575 en Italia. Buscalo porque es una maravilla. Gracias