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19 jun 2011

FUEGO EN LA MEMORIA por María Elena Garay


Los vestiditos de franela floreada, como el percal a la Estercita, me perseguían. Llenos de pliegues y volados, eran la secreta venganza de la tía Luisa, por la resignación de mis siete primos, sus hijos, todos varones, tan insulsos, tan iguales los pantalones a media pierna. Las camisetas de Interlock, herencia de mi hermano, muy cortas para ser enaguas y muy largas para su real destino me daban un aire de muñeca rellena pero ciertamente me mantenían el trasero calentito. De las canillitas al aire ni hablar.
Era el tiempo en que el barrio, para mi gozo, era un gran baldío con todas sus ventajas: acortar distancias, hacer chocitas en los yuyos, jugar a la pelota con los varones. Pero sobre todo, el barrio era un gran anfiteatro con varios escenarios a elección para el día de San Pedro y San Pablo.
Junio arreciaba con ganas, con la pureza de esos tiempos en que las cosas eran o no eran: en invierno hacía frío, sin ambigüedades.

  A la mañana, los más chicos acarreábamos yuyos secos, parvas inmensas, monumentales. Los “grandes” dirigían la operación con la presteza de un capitán de barco: -Estos verdes no sirven , al costado.- Eran los mismos grandes a los que nunca les tocaba el arco. Pero al final todos en un clima de excitación, con nuestras cargas como hormigas trajinábamos de un baldío a otro entre órdenes y contra órdenes, gritos, risas, peleas.
Por turno íbamos a tomar el obligado tazón de leche, siempre dejando a los guardianes adorando al ídolo, esa ingeniería vegetal preparada para el gran instante.
El atardecer marcaba el comienzo: el Líder con una cajita de fósforos Ranchera escamoteada de la cocina de su casa anunciaba el momento. Los chicos con la mirada fija en la parva parecíamos un pelotón de novatos a punto de jurar la bandera.
¡FUEGO! El crepitar de los yuyos secos, la humareda que revolvía el viento y nos hacía toser, las risas, el apurado alimentar la voracidad de esa boca de cien lenguas aceleraban in crescendo el ritmo de la fiesta.
El fío ya no existía y las mejillas coloradas expedían más chispas que el fuego mismo.
La fogata ardía hasta que la noche bien entrada le daba otra dimensión, otro tiempo a nuestro juego. Las sombras proyectadas, la contemplación silenciosa de la consumación, la sensación de un amor inmenso. El fuego empequeñecía y la plenitud crecía hasta el desborde; todo era distinto, como una resurrección.
Pero todavía faltaba algo: entre las negras virutas que se salvaban del vuelo, estaban ellas, hirvientes, crocantes, apetitosas: las batatas. Los palos las rescataban de los últimos rescoldos y en fila india recogíamos el preciado tesoro, nunca tan exquisito.
Al final, exhaustos, felices, tiznados y olorosos regresábamos a casa. Otro año vendría para revivir el rito, los dioses de la niñez todavía nos pedían la pureza del fuego.




14 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca hice batatas "al fuego", pero ahora que lo leo, ¡cómo me arrepiento!

Me encantó la última oración, un cierre con tanta fuerza poética.

Bravo, maestra!

Abrazo

Natalia dijo...

Coincido con "Anónimo": la última oración es soberbia.Le da sacralidad al relato de la ceremonia. En cuanto a las batatas... mamá me las preparaba pero al horno, para los recreos! En el patio, yo les sacaba la cascarita y, con una cucharita, iba disfrutando muy de a poco el manjar que duraría mucho tiempo... Con mis hijos, cuando aparecí con "las" meriendas,emocionada por el ritual de infancia transmitido, me miraron y dijeron "-mamá! todos se van a reir de nosotros!" De éso no me había dado cuenta...yo creía que cuando todos me observaban comerlas, envidiaban mi batata..

Piel de lechuza dijo...

Bueno, no sé tu edad; si ronda la mía, seguro que había batatas. Tal vez te engañaron los más grandes para comérselas ellos (solía suceder) Gracias mil.

Piel de lechuza dijo...

Hacer esas fogatas era un ritual, una misa. Imposible describir lo que setíamos. Y lo de las meriendas, han perdido tanto los chicos! ----------------------sustituir una batata por galletitas Opera, pobres. Otra contra de estos tiempos: Qué madre de hoy se pone la noche anterior a cocinar una batata!
Un abrazo Nati y gracias.

Piel de lechuza dijo...

MARIA ELENA. ME gustan mucho todos los cuentos, este de las fogatas, me hicieron revivir la hermosa ninez que pasabamos en los barrios, yo naci y creci en Alta Cordoba, las batatas asadas, eran un poema,QUE BELLOS RECUERDOS,coincido, con que nuestros nietos, tendran cosas que nosotros no tuvimos, pero tambien se pierden muchas cosas.besos y gracias.Nilda

Piel de lechuza dijo...

Gracias Nilda! Se perdieron esas cosas tan hermosas....ya no hay baldíos pero bueno, los chicos disfrutan otras. Gracias por leer mis cuentos (ya ves que de política nada) Un abrazo
María Elena

amanda dijo...

nosotros haciamos las fogatas el 24 de junio día de San Juan.-
Tu descripción contiene la magia conque en nuestra niñez particiábamos en su preparación y contemplábamos con admiración y curiosidad el crepitar del fuego.
Tus letras me recordaron esos hermosos tiempo y tienen el mérito que les has transnitido toda aquella inocencia.

Piel de lechuza dijo...

Querida Amanda, siempre tan generosa! Creo que en España festejan el 24, día de San Juan. También hay otros que la festejan el 21 de junio, solsticio de invierno. Lo real es que coincidimos en que esa celebración tenía la magia de la niñez. Un abrazo y gracias.

ludobit dijo...

muy bueno. transmite la magia de la niñez, esa que nos permitia asombrarnos facilmente, que pena que con los años esa magia se vaya perdiendo. saludos.
p.d: te invito a visitar mi blog

Piel de lechuza dijo...

Sí, se fue perdiendo. O lo organizan Municipalidades o Centros Vecinales y no es lo mismo. Gracias por tu comentario. Seguro entraré a tu blog

Car dijo...

Por demorarme, pierdo la primicia de descubrir esa última frase como un cierre rotundo, mágico y hasta místico. Pero celebro compartir este sentimiento. Un conmovedor relato ME. Un beso
Car

Piel de lechuza dijo...

Gracias, Car. Un abrazo

LOM dijo...

Me gustó mucho este cuento porque logra una perfecta evocación de lo que describe. ¿Alguna vez probaste a escribir en tercera persona?

Piel de lechuza dijo...

Muchas gracias. Sí escribo en tercera aunque para mí la segunda es todo un desafío. Gracias por tu lectura!