“Yo te barrí con una escoba negra...”
Olga Orozco
Sofía te contesta que
sí, que hoy es domingo. Y domingo quiere decir para vos, día de visitas. Mamá,
mamita, repetís, y lo repetís para que esa palabra te endulce la boca y para
que esperar se te haga más fácil. Esperar a que sean las tres implica moverte todo
el tiempo, para no ver, para no oír, para sentir que son ajenos los olores y el
frío. Se te da por pensar cuando te acostás y el frío no te deja dormir que tu
mamá te dejó, enojada por aquella vez que le rompiste ese collar de perlas de
varias vueltas que usaba cuando iba al teatro con tu papá. Tu mamá se puso como
loca esa noche, y te retaba: Sos una niña mala Julia, muy mala. Seguramente no
bastó que le besaras las manos y le pidieras perdón, porque tu mamá te trajo a
este lugar y te dejó al cuidado de la gorda Sofía.
Después de dar
cincuenta vueltas a la mesa del comedor (las contás cada vez que llegás a una
mancha oscura y antigua) y de conseguir que todo a tu alrededor se quede en
silencio, te acercás a la ventana chica, con rejas, que apenas te permite mirar
hacia afuera. Y afuera está lindo, lo sabés porque tocás el vidrio con la nariz
y lo sentís tibio. Echás vapor por la boca y dibujás tu nombre, y al lado de tu
nombre un sol como el que brilla en alguna parte, lejos de tus ojos. No te
pensarás quedar allí todo el día, dice Sofía, falta mucho para las tres. ¿Mucho
como cuánto?, querés saber, pero Sofía ya te arrastra hasta la sala donde las
otras miran televisión. Le sacás la lengua, la maldecís, hasta que te amenaza:
Cuando venga le cuento que te orinás. Y vos, que tenés vergüenza de que tu mamá
se entere de que todavía mojás la cama, te sentás obediente, y allí te quedás
imaginando cosas terribles para Sofía: que se le deshaga ese peinado tan
prolijito que le sobresale, apenas, debajo de la cofia, que pierda los
anteojos. Vos también tenés cosas para contarle a tu mamá cuando venga. Le vas
a contar, esta vez sí le vas a contar, que Sofía te roba los chocolates, que te
da un chirlo cada vez que te encuentra mojada, que te obliga a comer la polenta
grumosa y sin sal, que por las noches, cuando se apagan las luces y las
estufas, te morís de frío, y que cuando el frío se te mete en los huesos, tosés
y te orinás y cantás hasta quedarte dormida: Yo soy Julia y Julia tiene una
casa y la casa tiene un patio y el patio tiene una oveja y la oveja tiene lana
y la lana es tibia, tibia. Pensás en el abrigo de piel que traerá tu mamá
cuando venga y en su olor a perfume, porque hoy es domingo, y los domingos ella
huele a flores y ese olor se te queda prendido en las manos, en todo el cuerpo,
cuando ya no está. Mamita huele lindo, te decís, ¿o se lo decís a Sofía?, no
como todo en este lugar, que huele a remedios, a orines, a polenta. También vas
a contarle, y estás segura de que tu mamá se va a horrorizar, que don Amílcar
anda siempre persiguiéndote, a vos y a las otras, y que cuando Sofía desaparece
se abre la bragueta y muestra su pito; un pito que le cuelga chiquito y triste,
y que vos gritás, y que gritan las otras, y que Sofía llega y también grita:
Viejo asqueroso.
Comés un poco de
polenta para que no te dejen sin postre, te metés en la cama y fingís dormir la
siesta. Cuando te levantás ya son las tres. Te han cambiado la bombacha, te han
peinado, y te han dado unos pellizcos en las mejillas para que aparezcás menos
pálida.
A las tres y media,
alcanzás a ver a tu mamá por la ventana. Baja de un auto blanco, hermosa y
apurada cruza el jardín de la entrada con su saco de piel y un paquete en las
manos, donde, seguramente, te alegrás, vienen los chocolates. Sofía le abre la
puerta y dice antes de saludar, antes de que podás hacer nada: Su mamá no se ha
portado nada bien esta semana, señora Carola, dice, mírela, se hace la nena. Y
dice: Apenas si come y no quiere estar con las otras abuelas. Y vos Julia, vos,
te abalanzás sobre Carola, te aferrás a su pollera, y allí te quedás,
oliéndola.
De Triste Eros (Alción,
2003)
https://narradorasargentinas.blogspot.com/2010/11/el-erotismo-y-las-formas-del-fracaso.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario