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18 may 2024

SOUS CHEF, de Dardo Passadore


 SOUS CHEF

Había luz / detrás de la luz 

como quien mira / y sin ver

observa / claudica / pero no se va

no quiere irse / yéndose / lo más seguro.

Tu mano revolvía una salsa /

mientras explotaban las supernovas.

Mientras se deshilachaban las carnes /

y en franca reducción / desglazabas/

esos restos de corazón.

No distraigas la mirada.

No mires más allá.

No.


"Los poetas afirman que mantienen un culto por los rituales, y que la poesía te imprime con su métrica cierta analogía con la receta: hay una manera de hacerlo y el desafío es crear dentro de esa regla. Cuando comemos nos integramos, la mesa nos asimila, es como si nos comiéramos los unos a los otros y la poesía es un poco eso también”, dice Dardo Passadore

Sobre nuestro invitado:

Escritor, Chef profesional y Corredor Inmobiliario. Nació en Montevideo, actualmente vive en Córdoba desde el año 2005. Cursó varios años de la carrera Licenciatura en Letras, primero en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y luego en La Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo. Egresó como Chef Profesional en el Instituto “Azafrán” de Córdoba en el 2022 y como Martillero y Corredor inmobiliario en la Universidad Siglo XXI también en Córdoba en el 2015. Participa en forma permanente de los Cafés Literarios “La Bandada” de Lily Chávez, “La noche del Buho” de Ricardo Di Mario, “ Urdimbres” de Stella Marys Darraidou y “La Mazamorra” de Daniel Tomás Quintana y ha sido publicado en varias revistas literarias. Ha publicado un libro de Poemas “Montevideo sin razón” a través de Ediciones Del Callejón en el 2020 y “Agonías Discursivas”, por Ediciones del Mono Armado en el 2022, actualmente está en imprenta su tercer poemario “ Dobladillos” con prólogo de Claudia Tejeda y nuevamente editado por Ediciones Del Callejón. Fue galardonado con el primer premio de poesía en el Primer Certamen Literario de la Ciudad de Déan Funes 2020. Fue seleccionado para integrar las siguientes Antologías:  Antología Literaria 2021 del Encuentro de Escritores de Los Reartes, Antología “Abrapalabra Festival II- 2022” organizado por el poeta Darío Valenzuela, Antología del Café “La Tríada” de la poeta Elena Demitropulos.Fue seleccionado para participar del Encuentro “Escritores con la gente” del Festival de Cosquín organizado por el poeta Hugo Rivella en el año 2022.

 

BONSAI, de Guadalupe Nettel

 


Nuestros cuerpos son como árboles bonsái. Ni una hojita inocente puede crecer en libertad, sin ser viciosamente suprimida, tan estrecho es nuestro ideal de apariencia. KHYENTSÉ NORBU Desde que me casé, tenía la costumbre de pasear los domingos por la tarde en el jardín botánico de Aoyama. Era una manera de descansar de mi trabajo y de las ocupaciones domésticas –si permanecía en casa los fines de semana, Midori, mi mujer, me pedía inevitablemente que arreglara alguna cosa–. Después del desayuno, tomaba algún libro y caminaba por el barrio, hasta llegar a la avenida Shinjuku para entrar al jardín por la puerta del este. Así podía caminar junto a las fuentes largas, recorrer las hileras de árboles que hay en el patio y, si hacía sol, sentarme a leer en alguna banca. En los días de lluvia entraba al café, casi siempre vacío a esas horas, y me ponía a leer frente a una ventana. Al volver a casa salía por la puerta de atrás, donde el guardia me dirigía un saludo cordial de reconocimiento. A pesar de que iba al parque cada domingo, tardé muchos años en entrar al invernadero. Desde muy niño aprendí a disfrutar de los jardines y los bosques, pero nunca me habían interesado las plantas de manera individual. Un jardín era para mí un espacio arquitectónico donde predomina lo verde, un lugar donde uno puede ir sólo pero nunca sin algo que leer o en que entretenerse y al que era posible acudir incluso con clientes de la empresa para cerrar un buen negocio. De joven había ido a ese mismo jardín con alguna chica del colegio y más tarde con alguna novia de la universidad, pero tampoco a ellas se les había ocurrido visitar el invernadero. Hay que reconocer que el edificio no era precisamente atractivo: más que un jardín cerrado, parecía un gallinero o un almacén de verduras. Lo imaginaba un lugar agobiante, enloquecedor como el mercado de Tsukiji, aunque más pequeño y lleno de plantas desconocidas con nombres impronunciables. Pero una tarde, 


LA MANSEDUMBRE, de Giovanna Rivero


 


LA MANSEDUMBRE

I

 

_¿Era caliente el líquido riscoso que te dejaron ahí? Caliente

—Tibio. Viscoso. ¿Era un líquido como la clara del huevo? La clara, Elise, cuando recién quiebras el

cascarón...

—Si. Creo q se sí. No lo sé. Pensé que era sangre del mes.

—Y sin embargo no era. Era la semilla de un varón.

—Sí, Pastor Jacob. Digo la verdad.

—La verdad siempre es más grande que los siervos. Y más si la sierva se ha distraído, si no se ha cuidado como lo exige el Señor. Nosotros vamos a determinar cuál es la verdad. Según hemos grabado en tu primer testimonio, tú estabas sumida en un sopor extraño, como si hubieras ofrecido tu voluntad al diablo.

—Yo jamás le ofrecería mi voluntad al diablo, Pastor Jacob.

—No digas jamás, Elise. Somos débiles. Tú eres muy débil, ya ves.

—Yo estaba dormida, Pastor Jacob.

—Eso lo tenemos en cuenta.

¿...Vendrá mi padre a la reunión de los ministros?

-No. El hermano Walter Lowen no puede formar parte dc la reunión. Ya la deshonra y la tributación lo tienen muy ocupado. Anda, Elise, dile a tu madre que traigo las sábanas de esa noche, vamos a examinarlas. Que ya nadie las toque. Todo es impuro ahora, ¿me entiende ?

—Sí, hermano Jacob.

 

II

 

Su padre la mira por unos segundos y luego aparta los ojos, avergonzado, piensa Elise, o enojado. O ambas cosas. De inmediato vuelve a ocuparse del tema que los ha llevado hasta allí, hasta esa villa en los márgenes de la vida. Ese conjunto de casas no se parece en nada a la colonia. Son construcciones dispersas, obstinadas en alcanzar algún retazo de ese cielo sucio, sin pájaros. Dos o tres horribles edificios de ladrillo visto y ventanas mezquinas reinan en todo ese todo. Elise mira sus zapatos y piensa que debería quitárselos, cuidarlos mejor por si el pie le crece. Tiene quince, es cierto, pero ha escuchado que a su abuela Anna el pie le creció hasta que tuvo su primer hijo, a los dieciocho. Ella es muy parecida a la vieja Anna: los ojos casi transparentes, la frente redonda, como ideando soluciones o alabanzas. A ella también, cuando canta, se le brotan azules como riachuelos subterráneos las venas de las sienes. Eso es cantar con amor, dice su padre. O decía. Porque después del último turbión el mundo se precipitó sobre ella.