Lucía se sentó en un banco en frente
del río. Un único banco, el paisaje deprimente. La bronca que venía rumiando se
ahondó al recordar ese hilo de agua cristalino salpicado de patos que por
supuesto habían desaparecido. De un tirón destapó la lata de cerveza, sacó el
paquete del bolso, respiró hondo para atajar las lágrimas, y se acomodó para arremeter
sin piedad el tremendo sándwich de jamón
crudo, queso y rabia. Cuando abrió la
boca como para engullir el último bocado de su vida escuchó que le gritaban: - ¡Che,
flaca! ¿me convidas?
Como si aquellas palabras las hubiera
pronunciado Medusa, Lucía quedó petrificada.
Ese Che, flaca obró como un conjuro que la transportó de un latigazo a
otro momento de su vida.
Era la fiesta de los octavos, y como
cada año las profesoras homenajeaban a sus alumnos poniendo en escena una obra
de teatro temática. Ese año el tema era princesas de Disney. ¿Quién no quiso
alguna vez vestirse de princesa? ¿Quién no soñó con llevar uno de esos vestidos
ajustadísimos en el torso, con una falda
amplia que al recogerla apenas, diera a luz un par de primorosos zapatos. Ese también,
era el sueño de Lucia. Lo que no tuvo en cuenta fue que a menos que consiguiera
un talle especial, sería imposible lucir como una princesa. Sin embargo, con negación
estoica llegó a la casa de disfraces una tarde de calor sofocante.
Todavía convertida en estatua de sal,
Lucía siente que la misma vergüenza de
aquella tarde le recorre ahora la columna. Aprieta el sándwich con fuerza en un intento inútil por borrar
esos recuerdos.
La encargada de la tienda la miró de
arriba abajo y le ofreció un traje verde manzana que a Lucía le hubiera
quedado perfecto en la pantorrilla.
- Muy
bonito, pero necesito uno lila o violeta, busco un disfraz de Rapunzel,
contestó Lucía y sintió la transpiración
brotarle en la frente y en la espalda.
Sentada en el banco en frente del
río, Lucía vuelve a brotarse en sudor aunque la temperatura no supera los
veinticinco grados. Descubre con desagrado que aquel hilo incómodo le repasa la
columna.” De Rapunzel, ¡Cómo se me pudo haber ocurrido disfrazarme de Rapunzel!”
, piensa mientras estrangula el sándwich.
- Traje
todo lo que tenía en violetas y lilas. Fijáte si alguno te anda.
Lucía lejos de amilanarse, partió al probador muy resuelta.