Una mañana nos regalaron un conejo de indias. Llegó a casa enjaulado. Al
mediodía le abrí la puerta de la jaula. Volví a casa al anochecer y lo encontré
tal como lo había dejado: jaula adentro, pegado a los barrotes, temblando del
susto de la libertad.
Que lo disfruten,
Carmen
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