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12 jul 2016

LOS AMANTES BAJO EL DANUBIO, Federico Andahazi


fragmento...


Desde la primera conversación puede anticiparse todo lo que ocurrirá entre un hombre y una mujer. Ambos sabrán qué los atrae y qué los rechaza. Advertirán los resquicios del espíritu donde puede anidar el amor; la indiferencia o, incluso, más tarde, el odio. En la primera charla se verán las coincidencias y las diferencias más elementales: la condición social, las creencias, la fe religiosa, las tradiciones, las rebeliones contra el dogma familiar e, incluso, podrá mirarse más allá del follaje y la hojarasca del árbol genealógico.
Todo aparece claramente expuesto en el primer encuentro. Los rasgos, las expresiones, los gestos, los leves matices en el color de los ojos, las bellezas y las fealdades, los pequeños defectos físicos, las concavidades y las convexidades de la anatomía, el talle, el modo de sonreír, de mirar, de afirmar y de negar; se sospecharán las virtudes, las miserias y los vicios; quedará en evidencia aquello que, con el correr del tiempo, determinará el nacimiento, el cenit, el ocaso e, incluso, el fin de una relación entre un hombre y una mujer. Todo esto se ve con claridad meridiana en la primera conversación. Uno, o acaso ambos, pueden cerrar los ojos y decidir clausurar ese examen preliminar. Pero como en una bola de cristal, ya se ha visto lo que habrá de suceder.
El otro nunca engaña; es uno quien decide engañarse a sí mismo y construye al otro a su imagen y semejanza. Este engaño puede durar un instante, un tiempo más o menos extenso o, acaso, toda una vida. Pero cuando el amor desaparece o, por la razón que fuere, el vínculo entre un hombre y una mujer se disuelve, ninguno de los dos podrá declararse la víctima de un engaño.
Igual que las obras arquitectónicas,
los matrimonios muestran desde el principio las pequeñas fisuras por donde sobrevendrá el colapso. Son fallas de construcción, defectos en los materiales que no se han aglutinado desde el origen. Se las podrá disimular con yeso y con pintura. Pero siempre volverán a aparecer, cada vez con mayor profundidad. Las primeras palabras, los gestos tempranos, las frases formales y las más sinceras, las impresiones iniciales, los motivos de las sonrisas y de las risas, las causas de las pequeñas indignaciones son los planos maestros de una relación. En ellos quedará determinado el emplazamiento de las vigas que sostendrán la relación y los puntos críticos que habrán de ceder antes del derrumbe. Los motivos del fracaso de un matrimonio siempre están expuestos a todas luces en la primera conversación. Hanna y Bora no fueron la excepción.

Que lo disfruten,
Carmen


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