…Después, por medio de una pequeña campana de ensayos llena de gas oxígeno
hizo pasar el gas a la campana muy poco a poco. En cuanto el gas oxígeno llegó
a la parte superior de la campana, donde se encontraba el fósforo fundido, se
produjo una combustión viva e instantánea, que los deslumbró como si fuese un
relámpago.
- Como ve, todos tenemos en nuestro interior los elementos necesarios para
producir fósforo. Es más, déjeme decirle algo que a nadie le he confiado. Mi
abuela tenía una teoría muy interesante, decía que si bien todos nacemos con
una caja de cerillos en nuestro interior, no los podemos encender solos,
necesitamos, como en el experimento, oxígeno y la ayuda de una vela. Sólo que
en este caso el oxígeno tiene que provenir, por ejemplo, del aliento de la
persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia,
palabra o sonido que haga disparar el detonador y así encender uno de los
cerillos. Por un momento nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción.
Se producirá en nuestro interior un agradable calor que irá desapareciendo poco
a poco conforme pase el tiempo, hasta que venga una nueva explosión a reavivarlo.
Cada persona tiene que descubrir cuáles son sus detonadores para poder vivir,
pues la combustión que se produce al encenderse uno de ellos es lo que nutre de
energía el alma. En otras palabras, esta combustión es su alimento. Si uno no
descubre a tiempo cuáles son sus propios detonadores, la caja de cerillos se
humedece y ya nunca podremos encender un solo fósforo. Si eso llega a pasar el
alma huye de nuestro cuerpo, camina errante por las tinieblas más profundas
tratando vanamente de encontrar alimento por sí misma, ignorante de que sólo el
cuerpo que ha dejado inerme, lleno de frío, es el único que podría dárselo.
¡Qué ciertas eran estas palabras! Si alguien lo sabía era ella.
Desgraciadamente, tenía que reconocer que sus cerillos estaban llenos de
moho y humedad. Nadie podría volver a encender uno solo.
Lo más lamentable era que ella sí conocía cuáles eran sus detonadores, pero
cada vez que había logrado encender un
fósforo se lo habían apagado inexorablemente.
John, como leyéndole el pensamiento, comentó:
- Por eso hay que permanecer alejados de personas que tengan un aliento
gélido. Su sola presencia podría apagar el fuego más intenso, con los
resultados que ya conocemos.
Mientras más distancia tomemos de estas personas, será más fácil
protegernos de su soplo.
Tomando una mano de Tita entre las suyas, fácil añadió:
- Hay muchas maneras de poner a secar una caja de cerillos húmeda, pero
puede estar segura de que tiene remedio.
Tita dejó que unas lágrimas se deslizaran por su rostro. Con dulzura John
se las secó con su pañuelo.
- Claro que también hay que poner mucho cuidado en ir encendiendo los
cerillos uno a uno. Porque si por una emoción muy fuerte se llegan a encender
todos de un solo golpe producen un resplandor tan fuerte que ilumina más allá
de lo que podemos ver normalmente y entonces ante nuestros ojos aparece un
túnel esplendoroso que nos muestra el camino que olvidamos al momento de nacer
y que nos llama a reencontrar nuestro perdido origen divino.
El alma desea reintegrarse al lugar de donde proviene, dejando al cuerpo
inerte... Desde que mi abuela murió he tratado de demostrar científicamente
esta teoría. Tal vez algún día lo logre. ¿Usted qué opina?....
Un fragmento de una novela que será un placer leer...
Que la disfruten,
Carmen
Un fragmento de una novela que será un placer leer...
Que la disfruten,
Carmen
2 comentarios:
hola! maravillosa reseña, quedas compartida y vista en el muro! saludosbuhos, piel de lechuza.
Una novela conmovedora realmente! Seguimos en contacto, Búhos!!
Carmen
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